La Pelota de Trapo
En mi barrio, jugábamos al fútbol en terrenos baldíos o en las calles de tierra. La pelota de goma, que alguna vez fue roja y brillante, se había vuelto pálida y desgastada…
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En mi barrio, jugábamos al fútbol en terrenos baldíos o en las calles de tierra. La pelota de goma, que alguna vez fue roja y brillante, se había vuelto pálida y desgastada…
Meses de espera con la esperanza de que termine la guerra. La muerte asecha y se presenta uniformada a las puertas. Las noches se transforman en días, para los padres de los combatientes.
Todas las mañanas me levanto ansioso por escuchar en el noticiero que los secuestrados por Hamas fueron liberados y vuelven a casa…
Si somos lo suficientemente fuertes, vendrán solos a pactar con nosotros la paz. Dejemos el tiempo pasar, no hagamos nada, solo fortificarnos, es nuestra mejor arma, para normalizar el Medio Oriente… Sé irá acomodando a nuestro favor…
No suelo llegar tarde a eventos o encuentros a los que planeo asistir, ya que siempre estoy controlando el tiempo, los minutos y los segundos, saliendo con tiempo extra para evitar cualquier contratiempo en el camino. Sin embargo…
De un portazo, la ráfaga fría se hizo presente y busqué un abrigo. Algo se encogió en mi interior y me senté en el sofá. Le sugerí a mi esposa cambiar de ambiente:
-¿Venís? ¿Vamos a tomar mate con Diana?
Diana, mi vecina viuda con la que compartía las mañanas de los sábados mateando, era mi referente en temas de actualidad. Respondía a mis inquietudes -que no eran muchas- y ella se esmeraba para iluminar mi oscuridad.
Esta vez iba a ser diferente:
-El mundial de futbol se acerca Marcelo… ¿vos sabés quien se alzará con la copa?
Suele suceder que, de la boca de Diana, salgan pensamientos a medias y se necesite una explicación posterior para entenderlos. Así comenzó la conversación, mientras mateábamos en el balcón de su casa.
-¿Y Marcelo… aceptamos los cambios…
Jean Paul Sartre nos plantea que lo más cerca que puede estar el ser humano de la «Nada» es la angustia.
La angustia sentida ante todas aquellas cosas que pudieron haber sido…
De niño no exteriorizaba mis inquietudes, por temor a dejar al descubierto mis carencias, estaba convencido de que eran graves.
Me agobiaba no saber los números del colectivo al que hay que ascender para llegar…
Bebíamos un par de cervezas con Julio -compañero de estudios- en el boliche frente a Playa Verde.
Charlábamos despreocupados, ajenos al clima tenso que se vivía en el país en los años setenta, cuando irrumpió una chica. Con paso firme se dirigió a la barra,