Ráfaga Fría
De un portazo, la ráfaga fría se hizo presente y busqué un abrigo. Algo se encogió en mi interior y me senté en el sofá. Le sugerí a mi esposa cambiar de ambiente:
-¿Venís? ¿Vamos a tomar mate con Diana?
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De un portazo, la ráfaga fría se hizo presente y busqué un abrigo. Algo se encogió en mi interior y me senté en el sofá. Le sugerí a mi esposa cambiar de ambiente:
-¿Venís? ¿Vamos a tomar mate con Diana?
Diana, mi vecina viuda con la que compartía las mañanas de los sábados mateando, era mi referente en temas de actualidad. Respondía a mis inquietudes -que no eran muchas- y ella se esmeraba para iluminar mi oscuridad.
Esta vez iba a ser diferente:
-El mundial de futbol se acerca Marcelo… ¿vos sabés quien se alzará con la copa?
Suele suceder que, de la boca de Diana, salgan pensamientos a medias y se necesite una explicación posterior para entenderlos. Así comenzó la conversación, mientras mateábamos en el balcón de su casa.
-¿Y Marcelo… aceptamos los cambios…
Jean Paul Sartre nos plantea que lo más cerca que puede estar el ser humano de la «Nada» es la angustia.
La angustia sentida ante todas aquellas cosas que pudieron haber sido…
De niño no exteriorizaba mis inquietudes, por temor a dejar al descubierto mis carencias, estaba convencido de que eran graves.
Me agobiaba no saber los números del colectivo al que hay que ascender para llegar…
Bebíamos un par de cervezas con Julio -compañero de estudios- en el boliche frente a Playa Verde.
Charlábamos despreocupados, ajenos al clima tenso que se vivía en el país en los años setenta, cuando irrumpió una chica. Con paso firme se dirigió a la barra,
Di la espalda un día, pensando si sería para siempre. Mi juventud ligada a ella se revelaba. No podía despedirme con ese presagio de no volver. Sería incluso ridículo considerarlo, después de compartir durante veintidós años…
No comprendía por qué mama se quería ir, siendo su estado cognitivo excelente para a su edad. Su argumento me sorprendió, porque no era por los achaques que sufría, sino porque…
Desde pequeño me fascinaron los carnavales. La familia organizaba las fiestas en el club de la zona urbana donde vivíamos. Participaban en ella carros alegóricos y cabezudos gigantes, que deambulaban lanzando coloridos papelitos y serpentinas, recuerdo los puestos de venta de matracas y chirimbolos para completar los atuendos.
Las máscaras necesitan unas palabras más para aclarar su rol: ellas conservan el anonimato.
Marco amaneció soñoliento, como si no hubiera dormido bien. Pensó que la causa seria alguna enfermedad que se estaba gestando. Rebuscó en el cajón algún remedio que lo reanimara. Tenía de todo, una farmacia completa, solo tenía que escoger el apropiado…