Sorpresas
-Otra noche más de calor insoportable…
-No te quejes tanto que tuvimos un invierno muy frío y un poco de calor nos viene muy bien.
-A vos te vendrá bien, yo no lo soporto.
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-Otra noche más de calor insoportable…
-No te quejes tanto que tuvimos un invierno muy frío y un poco de calor nos viene muy bien.
-A vos te vendrá bien, yo no lo soporto.
El policía miraba a la mujer que tenía delante con escepticismo y sorpresa, ella no dejaba de repetir que era culpable.
-Puede pedir un abogado -le repitió por décima vez- o el estado le impondrá uno de oficio,
-No hace falta, le contestó ella con seguridad y hasta desparpajo. Yo lo maté, no hay nada más que decir, y volvió a ensimismarse…
El baile había alcanzado un ambiente estupendo, la gente se divertía y tomaba hasta el hartazgo.
Me alejé un poco de la pista para ver mejor, conocía a casi todos. ”Pueblo chico infierno grande” -pensé-.
Aunque estaban disfrazados…
De colchón, unos cartones húmedos que sacó de un basural.
De frazada, un sobretodo raído que recibió en la ¨Misión¨ y que no le llegaba a cubrir las piernas. La helada carcomía su piel y entraba en sus huesos como alfileres invisibles…
– ¿Qué es lo que más extrañas de Argentina? – me preguntó mi marido de golpe y sin motivo.
Me quede mirándolo con sorpresa y desconfianza, si, desconfianza porque no entendía adónde quería llegar, él no pregunta porque sí.
– ¿A qué viene esa pregunta? – pregunté. Y él se sonrió…
¿Quién te lastimó?
Nadie me golpeo ni me corto, no sale sangre ni hay un moretón que se pueda ver.
La cuchillada no fue con un cuchillo…
Apareció en el barrio unos dos años atrás. Al principio todos le teníamos miedo, pero con el tiempo nos fuimos acostumbrando a verlo sentado en algún zaguán o pidiendo comida en la fonda de la esquina. Dormía en la placita de la cortada en un banco destartalado…
-Hay uno allá atrás que no te saca los ojos de encima.
-¿A quién le hablás? – le pregunté a Sofia, mientras terminaba de hacer mi último esquema en Método Monge que nos habían enseñado en la clase.
-A vos, tarada, nunca te das cuenta que los tipos te miran, siempre pensando que sos la más fea.
-Mirá lo gorda que soy…
Amaneció fresco a pesar de ser fines de julio en Israel.
-Querido… ¿vamos a la playa?- le pregunté a mi marido, que todavía se estaba desperezando. Me miró como si estuviera loca. Abrió más sus enormes ojos negros y me contestó:
De pronto me vi en el suelo rodeada de vidrios rotos. «¡No puedo mover el pie! ¿Me puede sacar el zapato, por favor?» -rogué a alguien que se me acercó…