Por Diana Dimerman

De colchón, unos cartones húmedos que sacó de un basural.

De frazada, un sobretodo raído que recibió en la ¨Misión¨ y que no le llegaba a cubrir las piernas. La helada carcomía su piel y entraba en sus huesos como alfileres invisibles.

Se acurrucó en el zaguán de un local abandonado, imaginó un sol de fuego para calentar aunque sea su pensamiento y al fin… se quedó dormido.

Al despuntar el alba lo encontró su compañero de desdichas.   Finos hilos de escarcha caían de sus pestañas y en sus labios morados, una sonrisa.

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