Tsunamis de guerra se avecinan.
La Tierra aúlla su impotencia.
No logra serenar las amenazas.
Abruman sobre el tiempo.
Al espacio le reconocen su lugar,
bien situado en la cartografía afectiva
de aquellos que anhelan la paz.
Valor difuminado en la mente
de los belicosos.
Listos a abatir fronteras.
Para la guerra no existen límites.
Toda conquista es válida
en su escalada invasiva.
Se disparan misiles y otras armas.
Saben destruir cuerpos y hogares.
La ruina es la presencia
de los actos de terror,
donde reinarán el caos y la desolación.
Un trono de dolencias.
Un océano de lágrimas.
Un volcán de lamentos.
Una montaña de desgarros.
Una nevada de amarguras.
Un eco de horror.
Un mar de sangre.
Un silencio de muerte.
Un olor putrefacto.
Frío en el alma.
Tirita el mundo.
Congelada la esperanza.
Y un dolor obeso en mi corazón.
¿Cómo detener tal locura?
En manos de hombres de poder
se halla el milagro.
Imploremos al universo que ablande
el pecho de los guerreros.
Indispensables fumadores del humo blanco. Oasis del deshielo.
Excelente.
Gracias, querido Oscar.