Por Bella Clara Ventura

Tsunamis de guerra se avecinan.

La Tierra aúlla su impotencia.

No logra serenar las amenazas.

Abruman sobre el tiempo.

Al espacio le reconocen su lugar,

bien situado en la cartografía afectiva

de aquellos que anhelan la paz. 

Valor difuminado en la mente

de los belicosos.

Listos a abatir fronteras.

Para la guerra no existen límites.

Toda conquista es válida

en su escalada invasiva. 

Se disparan misiles y otras armas.

Saben destruir cuerpos y hogares.

La ruina es la presencia 

de los actos de terror,

donde reinarán el caos y la desolación.

Un trono de dolencias.

Un océano de lágrimas.

Un volcán de lamentos.

Una montaña de desgarros.

Una nevada de amarguras.

Un eco de horror.

Un mar de sangre.

Un silencio de muerte.

Un olor putrefacto.

Frío en el alma.

Tirita el mundo.

Congelada la esperanza.

Y un dolor obeso en mi corazón.

¿Cómo detener tal locura?

En manos de hombres de poder 

se halla el milagro.

Imploremos al universo que ablande

el pecho de los guerreros.

Indispensables fumadores del humo blanco.  Oasis del deshielo.

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