Por Bella Clara Ventura
No todos entienden la fórmula de la ley de gravedad “F = G Mm por R2” ni recuerdan a Newton a cada instante, pero saben que existe la ley de atracción.
Los senos -a determinada edad- apuntan hacia la tierra, lugar donde volverán.
Ella, mujer de medianos años si se puede considerar que cincuenta lo son hoy día, se preciaba de tener buena figura, mas sus pechos luego de haber amamantado a seis críos ya habían perdido su forma original. El suelo les indicaba el camino. Decidida a no dejarse vencer por la adversidad, buscó a un buen cirujano plástico para remediar la caída de sus carnes.
-Quedarán mejor moldeados si les pongo silicona- propuso el galeno.
La mujer acató la recomendación. Grabado estaba en ella el cuidado hasta el último día de su existencia, anhelaba morir de salud y belleza mas no de enfermedad ni de abandono.
Y visualizaba como anhelaba morir: acostada frente al propio sueño de los justos en presencia de una noche de traviesas estrellas y de luna preñada, que se la llevaría mientras dormía en un bello camisón con escote a la vista: exhibición en balcón de su busto bien turgente y sin revelar su edad.
Familiarizada con “la ley de gravedad emocional” por ser una de las principales del sentido común, que hace referencia a la conducta humana y tilda de grave o no el acoso sexual, la violación, el hurto, los engaños, la violencia de cualquier tipo, la maledicencia, etc… la mujer madura divagaba sobre sus alcances.
Hechos correspondientes a una ley descrita a su manera sin ecuación alguna, pero importante considerarla como ciencia también. Se reía ensimismada al pensar que los gusanos tendrían que morder duro la silicona colocada para reestructurar su torso. ¡Grave, un engaño para la muela animal! Extrapoló la idea a seres que desafían «las leyes de gravedad» al enfrentar a ciertos devoradores. Ley de gravedad que se aplica a determinados depredadores en nuestro entorno: buscan el quiebre de las personas por celos, envidia o ya sea por la lacerante costumbre que tienen de devorar al prójimo. Gracias a la ley del boomerang suelen quedar con los crespos hechos ante los deseos de vernos mal. Se tropiezan frente a un muro que no los deja penetrar, cuando la solidez de la personalidad pasa por encima de criticas nefastas o maneras de impedir el progreso ajeno frente a la traza de difamaciones. Conocedora de esas prácticas, ella sabe cómo engañar a sus opositores. Siempre con la frente en alto ¡como sus pechos! Ella, hasta que la visite la parca, vive sin hacerse daño ni hacérselo a los demás. Guarda la mirada en armonía con sus semejantes y con ganas de vivir bajo el destello de un corazón en risas en el nuevo castillo de las caricias.