Visitas: 264
0 0
Tiempo de lectura:3 Minutos, 17 Segundos

Por Eduardo Mendoza

El primer beso fue lo mejor que le di a Helena, allí en medio de la sala de reuniones, con toda la gerencia de la empresa esperando afuera. En ese momento, pude sentir que la excitó mi valor. Me acarició la cabeza y se entregó con un beso francés húmedo, franco, sensual que me enloqueció.  Saltó encima mío y me envolvió con sus piernas. Yo era un simple vendedor y ella, la mujer más hermosa e inteligente con la que he trabajado, una alta funcionaria y mis amigos decían que era mucha mujer para mi.

De manera que tenía que conquistarla con algo que nadie le ofrecía: la emoción de sentirse viva. Fue un mes glorioso de verano coronado con fiestas, cocktails y cenas, a las que yo llegaba con mi diosa Venus privada y ella esperaba cada vez que yo la sorprenda, a veces en el baño del restaurant, o en el elevador. Al poco tiempo se me acabaron las ideas, y la llama de su pasión comenzó a apagarse. Yo, desesperado intentaba darle nuevas emociones y tuve la mala idea de preguntarle si le gustaría introducir juguetes eróticos en la cama.

Helena abrió el cajón de la cómoda, al costado de su cama y me dijo :

 – Escoge tu arma.

Desde esa noche, me convertí en asistente técnico de Helena y estuve más concentrado en entender cómo funcionan esos juguetes que en follar. Las velocidades, las rotaciones, dónde y cuando aplicarlo , ella estaba feliz pues tenía orgasmos intensos y en abundancia, pero yo me había convertido en un espectador.

Una noche de tragos llegó su amiga Ana, sin su novio.

– Es que mi Chachi es tan celoso que nunca me deja disfrutar de mis amigos, vamos a festejar chicos!- Helena y Ana se sentaron juntas y pedimos una botella de Vodka, al ver los precios pedí la botella más barata, sin saber que es el trago más caro que pagué en mi vida.

Los tragos y las risas fluian como un arroyo de cordillera, Helena y Ana estaban preciosas. Helena soltó una carcajada: – Ana quiere darte un beso -.  Sin pensarlo salté a la lado de Ana y comencé a besarla sin tapujos, sentí la mano de Helena en mi vientre, la abracé y la comencé a besar también. Creo que esos fueron los tres minutos más fantásticos de mi vida. Al voltear hacia la barra para pedir otra botella, la miradas de todos estaban en mí, me encantó.

Ana nos invitó a su casa, salí del bar abrazado de las dos amazonas y con la botella en la mano.  Estaba bastante borracho ya, cuando llegamos al departamento. Fuimos al cuarto y empezamos a desnudarnos, pero el mundo me daba vueltas y fui al baño a vomitar, me sentía mal. Me lavé la cara y frente al espejo miré a mi falo dormido y abatido.  Le comencé a hablar:  ¡No me puedes hacer esto! ¡Que les voy a decir a las chicas!  Le comencé a dar cachetaditas… ¡despierta borracho! Cuando vi que mi lívido comenzó a funcionar, tomé pasta dental, me enjuagé la boca y me lavé el rostro. Me abrí la camisa, me arreglé el cabello, y abrí la puerta con una mirada triunfante.

Al salir del baño , el departamento de Ana comenzó a balancearse y me desmoroné en el sofá ante la miradas decepcionadas de las rubias. Me quedé dormido en el acto. A los pocos días Helena terminó conmigo, Ana me esquivó en la oficina y las miradas de mi jefe me dieron la señal de que debía empezar a buscar un nuevo empleo.  Un amigo me comentó que Ana le dijo a todos que no me invitó a su boda porque yo era uno de esos que no se atreve de salir del closet.

Yo lo único que sé, es que nunca más tomé Vodka, desde aquella pesadilla de una noche de verano…

Happy
Happy
0 %
Sad
Sad
0 %
Excited
Excited
0 %
Sleepy
Sleepy
0 %
Angry
Angry
0 %
Surprise
Surprise
0 %

Average Rating

5 Star
0%
4 Star
0%
3 Star
0%
2 Star
0%
1 Star
0%

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *