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Por Patricia Winer

-¿Todavía extrañás? –preguntó Malena a su amiga al rato de verse, después de tantos años separadas.

-Se aprende a vivir igual, con todo lo que te falta. Se extrañan las comidas, las calles, las librerías, los amigos, y a vos flaca…¡La puta que te extrañaba!

-¿Hace cuántos años ya, que te fuiste de Argentina?

-¡¡Veinte!! ¿demasiados verdad? –Me había olvidado de esta humedad porteña de verano… Igual hacete un mate, Male; esos sí que no los pude reemplazar.

-Dale, te compré cerealitas.

-¡Qué grosa sos, te seguís acordando!

-Eso es porque te quiero, morocha…

-Che, Sole ¿te costó adaptarte?

-Siempre respondo que me adapté cuando puse un pie en el avión. Papá nos prometió cosas que acá nos eran imposibles.

-Qué bueno negra. Fueron muy valientes, dejando todo acá…

-Nunca es fácil tomar una decisión. Pero a mis viejos, igual, no les quedó otra. Se jugaban la vida. Siempre ganás y perdés. Todo no entra en el equipaje.

-Y tus viejos ¿se adaptaron bien?

-Al principio de lujo. Aunque el exilio duele, se dejaron ilusionar con una nueva vida. Además, cuando sos un recién llegado tenés mil cosas de qué ocuparte, más con dos pibes adolescentes. La cosa fue en los últimos años de la dictadura. Cuando se empezaron a enterar del destino de muchos de sus amigos que se habían quedado acá. Daba la sensación de que ellos también se morían un poco con cada una de esas muertes.

-¿No pensaron en volverse, cuando se fueron los milicos?

-El miedo les quedó impregnado en el cuerpo. Decían que para nosotros Europa era mejor. Papá consiguió dar clases de literatura en la Universidad de Madrid. Se acomodaron bien. Mamá terminó de estudiar psicología, que acá lo dejó a medias cuando yo nací. Hace unos meses un amigo de mi viejo los quería convencer de que se vuelvan. Se conocen como nosotras, desde chicos, del colegio hebreo. A la semana fue lo de la bomba en la embajada de Israel. No hablaron más del tema. Lo dejaron zanjado.

-Fue terrible, yo escuché la explosión desde mi oficina. Espero que agarren a los culpables. Que se haga justicia y no quede impune como casi todo acá…

-Pasame el mate, que le vas a enseñar a hablar

-Tomá. La falta de costumbre. Te arreglaste linda la casita de tus viejos.

-De a poco le voy haciendo cosas. Hay recuerdos que no puedo sacar. Vení, mirá.

-¡Ésta era la habitación donde nos quedábamos a dormir juntas! Están las estrellitas fluorescentes en el techo pegadas! No tendrás los posters del Pato Fillol adentro del placard todavía, no?

-Che, Sole… ¿Te acordás cuando empezamos la secundaria?

-Claro. No le teníamos miedo a nada; ni siquiera a vivir. Esa noche de verano que nos fuimos a la casa de mis primos mayores. ¿Te acordás? Era el cumple de Gaby. El calor y la humedad eran insoportables.

-Queríamos ir hasta el río para refrescarnos, pero no nos dejaron.

-Se largó un diluvio y nos tuvimos que quedar. Los pibes nos dejaron probar la cerveza y salimos las dos al patio cantando como locas el tema de Cantilo:

“Donde va la gente cuando llueve,

Donde los que no tienen lugar.

Donde van, donde van, donde van,

Donde van, donde van”.

-Nunca más habíamos hablado de eso, morocha…

-Nos dio mucha vergüenza. Qué bobas qué éramos.

-Tu tío escuchó nuestras voces desafinadas y salió al patio mojado en piyama.

-¡Sí! Nos encontró descalzas, empapadas, tiradas en el suelo, besándonos…

-Nunca dijo nada. Al otro día papá vino con la noticia. Teníamos tres días para viajar. ¡Cómo si en tres días podés pensar en todo lo que querés llevarte! Y acá te quedaste, Male. Suerte que pude llevarte pegada a mi piel en el abrazo que nos dimos antes de despedirnos.

-Una pregunta, Sole… –dijo Malena con los ojos humedecidos de nostalgia.

-¿Qué, loca linda?

-¿En Europa… dónde va la gente cuando llueve?

Acerca del Autor

Patricia Winer

Patricia Winer (Buenos Aires, 1971) Poetisa de alma y escritora en ciernes. Diplomada como Contadora Pública Nacional, su balance arroja un cero en el stock de rencores, una columna de besos morosos y un haber de abrazos pendientes. Su piel sigue sudando rebeldía. Se instaló en la piel de una inmigrante. Es siempre pasajera en trance. Vive a orillas del Mediterráneo y naufraga entre las letras. Adora leer, bailar y los buenos vinos. Odia las despedidas y nada le molesta más que una noche perdida… Sabe que si no sueña no le queda nada y si se le acaba el mundo, lo volvería a escribir…
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4 thoughts on “¿Dónde va, la gente cuando llueve?

  1. “A dónde va la gente cuando llueve” Frase que abarca la vida misma… Senderos desconocidos que obligados tomamos e Imprimen cambios profundos. Alterando no solo nuestras vidas, también de aquellos que amamos, pero dejamos atrás.

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