Por Abel Katz
A Noé lo conocí en Cuernavaca en los bungalos de Don Iván, cuando yo trabajaba en Simuladores Mexicanos haciendo la parte de electrónica de un simulador de vuelo de helicóptero para la Compañía Federal de Electricidad.
Noé era mi vecino, un tipo tranquilo que no demostraba sus emociones y hablaba en forma monótona, pero llegamos a ser buenos amigos. Después regresé a vivir a la ciudad de México y nos hablábamos ocasionalmente, nos vimos en su boda, en mi boda, alguna vez que fui a su casa o el vino a la mía. Lo consideraba mi amigo y le conté cosas personales como la muerte de mi mamá en un accidente en la Pera en la carretera México-Cuernavaca por una imprudencia de mi papá y luego como mi papá se suicidó después de varios años, del cáncer que ataco a mi hermana mayor y luego ya casado, sobre como también Uram mi esposa también contrajo cáncer. También de cuánto quería a mi hija.
Con todo, a Noé siempre lo sentí lejano. Contaba cosas triviales.
Ya que pintábamos canas cuando vino a México nos vimos y le conté de mi proyecto de retiro temprano de Banamex y poner una consultoría de Amazon Web Services. El me animó y en cierta forma acepté porque él también era independiente y había hecho buen dinero sin ser un gran técnico.
Me retiré, recibí una buena cantidad de dinero e intente montar la consultoría, pero todas las puertas se me cerraron.
Me di cuenta que había perdido el seguro de gastos médicos de Uram que era una millonada y en unos años me gastaría el patrimonio de la familia. Había cometido un gran error, traté de conseguir otro empleo pero por la edad solo conseguí uno en el nivel más bajo. Lo acept´E, pero solo recibía humillaciones por mi edad y mi carácter.
La humanidad era decadente y cruel. El cambio climático era inminente. En el año 2035 habrá una crisis mundial de alimentos. Los jóvenes no tenían moral, en un mundo cada vez más corrompido, notaba como los compañeros de Anitzy la veían como un objeto sexual. ¿Qué mundo le había dejado a Anitzy?
En esos días me llamó Noé para felicitarme por mi cumpleaños. Trate de platicar con él, de explicarle lo grave de mi situación, pero solo me dio consejos sacados de las galletas chinas de la suerte. Ese es el otro problema en el mundo, nadie escucha al otro.
Unos días después tomé la decisión de que mi familia no iba a pasar por esta hecatombe, no podía dejar que mi familia sufriera. Acabé con la vida de Anitzy. Cuando llegará Uram también terminaría con su sufrimiento, pero se quedó a dormir con su mamá. Una vecina oyó los ruidos y tocó para ver si todo estaba bien. Tuve miedo de que llegara la policía y no me dejaran terminar mi plan, entré en pánico, me amarré una soga al cuello y salté por la ventana.