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Por Oscar Garza Villarreal

Porque estas que te vas y te vas y te vas y te vas y no te has ido. Y yo estoy, esperando tu amor, esperando tu amor o esperando tu olvido.

canción popular

En un lado del cielo las estrellas se aferraban a la noche, mientras que en el otro, los rayos claros del sol comenzaban a espantarlas, cual si fueran una parvada de urracas huyéndole a los tiros.

—Pos yo nomás le digo, que dé a caballo andan sus hombres — dijo Juan en advertencia.

—Pero a pie los que son cabrones—refutó Julián, que ya no tenía caballo, ni los medios para hacerse de uno nuevo.

—Oiga, mejor deje las cosas así como están. Lo han vendido a usted y todo se sabe ya.

—Todo sabe al fin— agregó Julián— que de todo aquello, nada sabía. 

El día previo, había vuelto de la milpa[1] para encontrar a su mujer de pie en la entrada, vestida de domingo y con los ajuares hechos.

—Me voy a donde mi madre, pero te dejo a Juan unos días para que te ayude— le había dicho.

—Ya te habías tardado— respondió Julián y pensó —“Te vas de piruja con el compadre, pero anda, vete”.

La mujer hizo una mueca de desdén, casi decepcionada, como si esperase una resistencia y el no encontrarla, le robase el gusto del adiós. 

—Llévate a Juan, pa qué lo quiero, la milpa no se va a dar — mintió. El trigo estaba incluso ya en flor, pero eso ya no importaba. Con su partida, todo se venía abajo, salvo las deudas, que permanecerían erguidas bajo el sol, para pudrirse junto al cultivo y junto a el mismo. Era eso lo que más le iba a doler. Ver como las posibilidades de un futuro mejor se irían deshilachando poco a poco como las brumas de la mañana por venir. 

Una vez que se quedó solo y consecuentemente bastante borracho, se durmió embozado con sombrero y zarape para despertar solamente cuando el tropel de caballos le sacó de un sueño intranquilo.

Contó cinco fulanos, dos de a caballo y tres rezagados de a pie que venían más atrás con las “treinta-treinta” terciadas al hombro.

—¿Julián Cavazos? —preguntó desde su montura el que estaba más cerca.

—A sus órdenes— respondió.

—Date preso.  ¿Vas armado? — inquirió el jinete.

Como respuesta Julián se hizo a un lado el zarape para mostrar la Colt sobre la cadera derecha.

—Ta bueno, tráetela— respondió el jinete.

Se marcharon en grupo con Julián custodiado en el centro. Quedaba claro que se trataba de algo más y esto, le dio esperanza.  Sin embargo, no lo llevaron al ayuntamiento, sino a un viejo cortijo desocupado que estaba de camino.  “Pasó a chingar a su madre”—pensó.

Lo recibió un tipo con pintas de magistrado y una sonrisa tan feroz que le recordó la mueca de un tejón mordisqueando a su presa.

—¿De qué se me acusa? — se interesó Julián.  Tenía una sospecha de como andaría el asunto, pero siempre resultaba mejor poner las cartas sobre la mesa y saber a qué atenerse.

—No se te acusa. Ya pasamos sentencia —dijo el magistrado —estas aquí por otro asunto.

—Dígame pa que soy bueno entonces, licenciado. Aparte de para alimentar gusanos—lo dijo tranquilo, resignado.

—Como es bien sabido, tus tierras van a pasar a manos de tu señora viuda— constató— y, por ende, en el debido tiempo, a las de tu compadre.

Al oír esto, Julián lanzó con desprecio un sonoro escupitajo al suelo. El gesto, puso una mórbida sonrisa en el rostro de licenciado.  

—A no ser que, como lo estipula la ley, la ausencia definitiva de un heredo intestado, fuerce al gobierno a reclamarlas en calidad de donación— y diciendo esto extendió a Julián una pluma fuente. Julián, acompañado por los cinco que lo habían llevado al cortijo, partió rumbo al rancho de su compadre, mientras que el magistrado, golpeaba mecánicamente las teclas de la máquina de escribir. Su ritmo recordaba el traqueteo acompasado de una Hotchkiss.


[1] Del náhuatl sig. “encima de la parcela sembrada”.

Acerca del Autor

Oscar Garza-Villarreal

Oscar Alejandro Garza-Villarreal, nació en 1981 en Nuevo León, una región industrial ubicada en la Sierra Madre Oriental del noreste mexicano. Tras una infancia feliz, aunque complicada debido a diversas situaciones familiares, desde muy temprana edad se acerca a las artes, en especial a literatura. De ellas obtiene un importante medio de expresión y una estabilidad interior. Sin embargo no llegará a emprender una carrera en el mundo de las artes, sino que desoyendo el consejo de amigos y maestros, cursa estudios de medicina en la Universidad Autónoma de Nuevo León, de la cual también obtiene un titulo de especialista en el area de ginecologia y obstetricia. Al concluir sus estudios, labora por algunos años como médico rural así como en el ámbito privado de su ciudad natal. En el año dos mil dieciocho, persiguiendo un antiguo anhelo, emigró al estado de Israel , donde continuó su formación con estudios de posgrado en infertilidad y técnicas de reproducción asistida. Es ahí también donde conoce a su esposa vuelve a sus intereses artísticos, como la fotografía y el dibujo. En año dos mil diecinueve, buscando gente de habla hispana que compartiera su afición por la literatura, se acerca al Instituto Cervantes de Tel Aviv, donde tras cursar varios talleres de escritura, pasa a formar parte de la comunidad de autores del instituto. Desde el dos mil veintidós radica en la ciudad de Florencia, Italia, con su esposa,desde donde trabaja en su primera novela y continúa en contacto con la comunidad de escritores de Tel Aviv.
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