Soy la judía errante.
Todas son mías y, aún, ninguna, mi amor es efímero, rodante, redundante.
Torno hoy hacia la ciudad oriental, rastreo sus mercados, ansío las voces altas y crispadas de sus fuertes varones, a los que todavía no llegó el mensaje posmoderno del transgénero.
Ahora, hacia la ciudad centro-europea de mis ancestros, donde las raíces de la cultura de Ashkenaz aún podrían percibirse, enterradas bajo el polvo de los abismos del terror. Ciudades de cultura y avenidas elegantes, susurrantes y orgullosas, desdeñosas, a las que hay que cortejar como`damas que son, que una vez abren sus brazos, derrochan secretos y bellezas sinfín.
Ahora, hacia las ciudades de aquél mar enclaustrado, inter-terráneo, de paredes pálidas de cal, bañadas por las olas del mar común que une a Sefarad con Yerushalaim, Jerusalén, ciudad santa, sede dorada, centro de plegarias mil, a la que dicen Ombligo del Mundo, lugar de rogativas y dolor, Elena jerosolimitana de cobre muralla.
Soy amante caprichoso, caballero andante, mujeriego sinvergüenza, todas son mías, y a la par… ninguna.
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¡Muy bueno!
Muchas gracias, CLAU querida 🙂