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Por Bella Clara Ventura

Las juntas médicas eran pan diario. Manejar su caso no resultaba fácil y menos teniendo una hija médica. Podía aportar criterios diversos. La espada de Damocles se ceñía sobre él. Demasiados años lidiando con un diagnóstico que sólo podía agravarse con los años. 

-Es de irlo siguiendo día a día- el pensamiento de cada junta médica.

Había luchado doce años contra aquel mal. Empieza en forma silenciosa como una proliferación de las células que -enloquecidas- se amontonan y ya no responden a un sistema de alarma para destruirlas antes de que avasallen de manera invasiva y sin control. Responden a células malignas como se les llama y a la enfermedad se le ha puesto el nombre de Cáncer, como si fuese una constelación más en el cuerpo. 

Fue el caso de Don Ciro, como se le apodaba con cariño, aunque también infundía respeto no sólo por su carácter fuerte y autoritario sino por haber sido un destacado director de cine. Quizá por tal motivo, las juntas se hacían con cierta regularidad para dosificar bien la medicación contra el dolor y ver que los órganos no se afectaran con las dosis suministradas.

-Es un caso fuera de lo común- era el comentario de los galenos frente a la resistencia de este hombre que se rehusaba a morir a pesar de la gravedad de su estado. 

Artista de renombre, le dio altos méritos a Colombia y a la cinematografía como tal, siendo el primer director colombiano que alcanzó a llegar al prestigioso Festival de cine de Cannes con una película titulada Gamín, un documental de denuncia sobre el abandono de la niñez en calles y avenidas, retratando su soledad, el frío, el hambre y el desamparo, tanto familiar como social.

A sus escasos años y debido a una fractura en la familia y la presencia de la violencia que deriva de pésimas condiciones de vida, el crío emprende el camino del rebusque y la huida de una casa que no le resulta hogar. A una edad que los libros deben estar en sus manos y bajo la vigilancia de dos padres que lo cuiden, el infante se escapa de un infierno que ya no tolera más. Seguramente recibe maltrato además de la escasez de comida y la falta de atención de parte de una madre, ahogada en sus propios problemas. El filme registra esos momentos que se cargan de amargura, pero también de las ternuras que lleva el niño en su interior. El niño sigue siendo niño aún ante el revés. Con maestría, la película nos da la visión de este niño, cuyo hogar ya es la calle a sus escasos 6 años. Y siguieron otros éxitos. Pero el mayor logro de Don Ciro fue desarrollar valentía frente a la enfermedad. 

-Le puede el amor por la vida. Se la juega diariamente sin importarle la virulencia de los tratamientos, que no han sido pocos y menos considerados de baja intensidad- era el decir de la junta médica en general.

Otros miembros discutían que quizá era mejor no alargarle la vida para verlo padecer de manera insufrible.

-Pero debemos respetar nuestro juramento de Hipócrates- era el decir de otros tratantes.

-Mi padre no le ha faltado a la cita de ningún nuevo protocolo para combatir la dolencia- observaba la hija no sin cierta tristeza.

-Sabemos que, de modo constante y positivo, se convence que la afección no lo va a acabar, sino él despojará la enfermedad de su sistema- comentaba otro de los médicos.

Fueron juntas médicas que prosiguieron durante años, ante la persistencia del paciente por no dejarse abatir.

-Posee la mejor manera de afrontar el padecimiento, para hacerle frente con el ánimo que precisa cualquier combate- decía el más anciano de los doctores.

-Este verraco no va a terminar conmigo- se le solía escuchar al enfermo de gravedad.

Y así ha sido durante los años de lucha, más el mal, que tiene sus tentáculos sabe cómo atacar y salirse con la suya. 

-La cosa se ha puesto más grave- dijeron dos internos al unísono.

Ya con un diagnóstico de metástasis, colonias mensajeras de malos augurios que viajan por doquier, el mal resultaba difícil de vencer. Mas quien dijo miedo, si ese sentimiento a pesar de existir y de ser tomado en cuenta debido a que la parca se insinúa en permanencia, se le hace a un lado como todo héroe que sabe enfrentar la situación de adversidad para llegar a coronar su hazaña.

-Será aumentarle la dosis de morfina para calmarle los dolores- fue la decisión tomada en la última junta, aunque con presencia de admiración por el aguante. 

-Son los milagros de la ciencia. En su caso, muchos otros pacientes ya hubieran tirado la toalla- decía el más versado en los alcances del cáncer.

Frente a la sorpresa de la familia que lo veía en esa lucha desenfrenada por salir airoso de tanto mal acumulado en su organismo, el guionista y director se hacía a su propia película. Años de saberle hacer el quite, como quien sabe darle el paso exacto a cada cadencia y aprende a ensartar la suerte con la sonrisa de la victoria. Fueron años de combate, armado de valor y amor por la vida. 

Más un día la sonrisa se transforma en lágrima. Un sollozo del alma aparece, porque el mal ha tomado ventaja. 

-Nos quedamos bien desarmados- el decir de la junta médica que se empeñaba en cambiar de protocolos a ver cuál le resultaba mejor al doliente.

-No le bastó afectar ciertos órganos, sino llegar a comerse los huesos para luego buscar aposento en el cerebro al distorsionar una mente lúcida y saber que la condena se hace inminente- fue el decir cortante del neurólogo.

Mas Don Ciro, un campeón de marca mayor, sigue en revuelta contra el mal y a ese malestar le puso alas. Lo quiso poner a volar, tal su imaginación que no conoce fronteras. En sus últimos días recreó mariposas. Su cuarto de hospital convertido en taller de pintura con esmaltes y conchas de almejas para pintar mariposas y lograr seguir con el sueño de hacer un filme donde las pondría a volar, tal los sueños y tal la vida que en un soplo se va. 

-Se nos agotan los tratamientos- el decir colectivo de los facultativos.

-Revivió a pesar de la fuerte dosis de sedante que se le dio- opinó el más convencido que había que ponerle fin al suplicio.

Pero mientras tanto, como lo demuestra Don Ciro, al mal tiempo buena cara y sin desconocer los tratamientos recomendados en cada junta médica, sin dejarse vencer, a sus mariposas les da el vuelo que su vida ha tenido; el color y la poesía que nunca le puede faltar al creador, sea el que sea. Su mirada se carga de la lírica que la existencia precisa para mostrar que todo es vida, aún la muerte que nos espera a todos al cruzar la esquina del destino final para lograr trascender en vuelo de mariposa, ante la mirada atónita de toda la junta médica, que nunca sabe con precisión la hora señalada, por más anunciada que sea.

Acerca del Autor

Bella Clara Ventura

De padre sudafricano y madre mexicana, Bella Clara nació en el mes de las cometas en Bogotá-Colombia. Con sus poesías y novelas traducidas a diversos idiomas ha conquistado a críticos, escritores e intelectuales, mereciendo múltiples premios y reconocimientos por su carisma y su talento como escritora. Incluida en antologías y colaboradora de varios libros de cuentos ha participado en numerosos encuentros literarios en USA, Suecia, Francia, México, Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Ecuador, España, Puerto Rico, México, India, Hungría y Taiwán, entre otros. En 2008 fue elegida como una de las 50 mujeres más importantes de la cultura en Colombia, por la Universidad Santo Tomás de Bogotá. Recibe el Doctorado Honoris Causa de la World Academy of Culture and Arts (USA-2011). En el año 2019 obtuvo un premio por su poema sobre la compasión en Bhubaneswar– India y en diciembre 2021 es reconocida por el Comité Ejecutivo de Peace-Pax como su embajadora, por su obra literaria dedicada a la promoción de la paz en el mundo.Vive actualmente en Israel.
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