Andrea Marzo
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Por Andrea Bauab

¿Mirar o no mirar las noticias?

La mitad de Israel está pegada al televisor, mirando los capítulos de este “Fauda” no-ficticio en el cual los protagonistas son nuestros familiares y amigos. 

La otra mitad del país opta por evitar las noticias y resguardarse en una burbuja hermética que no deje pasar los testimonios de familiares de secuestrados, ni los velorios de los jaialim caídos, ni la voz grave del vocero de Tzáhal anunciando que esta guerra se extenderá durante todo el 2024.

Dos golpes en la puerta 

Constituyen el terror de las familias que tenemos hijos combatiendo. El miedo a esa unidad de Tzáhal que llega con psicólogos y banderas de Israel para “traer la mala noticia” es tan grande, que una familia puso un cartel en la puerta de su casa pidiendo a los repartidores de delivery que por favor no golpeen, que dejen la pizza en la puerta… para no perder el apetito del susto.

“Bring them home”

La frase en inglés – para que todo el mundo la comprenda – resalta en afiches, flamea en banderines, resuena en discursos de voz entrecortada. Ellos, los secuestrados por Hamas son nuestra gran herida colectiva, los que todo el país espera, los que cada soldado sueña con rescatar. Sus fotos están pegadas en bares y restaurantes, en puentes de autopistas, en estatuas a la entrada de las ciudades. Son la gran deuda del gobierno con sus ciudadanos.  Sus rostros nos miran con sonrisas anteriores al horror del 7 de octubre.  

Proporción

Cuando se viven tiempos de desproporcionada barbarie, los trastornos cotidianos adquieren una nueva dimensión, se vuelven minúsculos.  

Hace unos días apreté por error una tecla de la computadora y se borraron todos los emails de entrada y salida de mi casilla de Google.  Esa mini-tragedia, que con un click te quita una década del historial afectivo-laboral-social, me generó un minúsculo fastidio pasajero, similar a la picadura de un mosquito, no más.  Rencillas cotidianas que nos generaban furia, fracasillos laborales, impaciencias por atascos en el tránsito nos afectan de pronto en mucho menor medida. A fuerza de guerra, hemos aprendido a proporcionar. 

“Shomer Israel”

Son nuestros protectoresLa mayoría tienen entre 19 y 45 años y se pusieron el uniforme de soldados.  Los más jóvenes porque están haciendo el servicio militar obligatorio. Los demás como reservistas, porque recibieron el llamado de guerra “Tzav 8” o porque decidieron por su cuenta que el país los necesita: esta es una guerra por la supervivencia. 

Interrumpieron viajes, dejaron trabajos y familias, se calzaron cascos y chalecos antibalas y emprendieron el combate contra el terrorismo.  Pelean en el sur contra el Hamás y la Yihad Islámica, en el norte contra Hezbollá y en Judea y Samaria contra varios grupos terroristas autónomos. Son el escudo del Pueblo de Israel. Cuando los entrevistan por televisión, agotados por semanas de lucha, declaran que tienen la moral alta, que están donde deben estar, orgullosos de defendernos y de cuidar a nuestra Mediná. 

La paradoja más grande del mundo

Un joven había concurrido a la fiesta Nova y desde el 7 de octubre negro, su estatus era “desaparecido”.  Su familia fue informada después de 70 días que -según fuentes fidedignas- 

el ejército confirmó que su hijo se encuentra vivo, en Gaza, en manos de terroristas.  

En una entrevista radial, el padre reconoció que “paradójicamente, vivimos la insólita situación de llorar de alegría al enterarnos que nuestro hijo está secuestrado por Hamas y no está muerto”. 

Reencuentros

Abrazos larguísimos, felicidad genuina, llegadas o anuncios sorpresivos que generan risas y lágrimas a la vez.  Soldados que vuelven a casa después de semanas de estar en Gaza combatiendo, sin teléfono, desconectados por completo de sus seres queridos.  Padres que entran al jardín de infantes y abrazan a sus niñitos con inmensa emoción.  Secuestrados liberados que caen con alivio en brazos de sus familiares. El país entero acompaña la felicidad de los reencuentros, un fenómeno de altísima emotividad que se registra en noticieros y redes sociales y que el pueblo festeja con renovada esperanza, corazones y likes.

El mensaje de un corazón gigante

En una de las jornadas más dolorosas de esta guerra, sucedió que tres jóvenes secuestrados en Gaza lograron escaparse de las garras de Hamas, sobrevivieron tres días a numerosas penurias y cuando divisaron soldados israelíes y corrieron pidiéndoles auxilio, fueron confundidos por terroristas y abatidos por fuego amigo. Iris, la mamá de Yotam -uno de ellos- grabó un mensaje a los soldados de Tzáhal que dispararon a su hijo: “Ustedes no son culpables. Cuídense, están defendiendo a todo nuestro pueblo y reaccionaron aterrorizados.  Los quiero, los abrazo.  Los únicos culpables son los terroristas de Hamás, que sea borrado su nombre de esta tierra…”

El diálogo que lo explica todo

Tiene el pelo largo, tatuajes en el antebrazo y un aro de pirata en la oreja. Hoy no combate, trabaja como expendedor de cerveza en el puerto de Tel Aviv. 

El soleado día de invierno impulsó a la gente a despegarse de las noticias y salir a caminar o pedalear por el hermoso paseo marítimo.  Quien observa la escena de lejos, ve ciudadanos conversando tranquilos o haciendo deporte, disfrutando el fin de semana en el bellísimo deck que bordea el mar e imita las dunas que otrora caracterizaban Tel Aviv.  Pero quien atiende los diálogos de cerca… escucha el tronar de la guerra en cada comentario.

Me acerco a la barra de la cervecería y solicito: 

“Mi marido te pagó dos cervezas hace un rato, las vengo a retirar”. 

“A mí me dijo que te dé agua” me contesta bromeando.

Sonrío. 

“Qué bueno que atendés con humor, en medio de estos días tan tristes”. 

“Un poco de humor me salva -confiesa- porque tengo ganas de salir corriendo, encerrarme 

en mi casa y ponerme a llorar”.

Odio o calidad de vida

Hay quien construye kilómetros de túneles y fábricas de explosivos, quitándole a su propio pueblo la esperanza y la posibilidad de un futuro mejor.  Millones de dólares utilizados para fines violentos, que podrían haber transformado a Gaza en un mini-paraíso sobre el Mediterráneo.  

Y hay quien construye al borde de ese mismo mar, kilómetros de calidad de vida.  

Después de diez años de preparativos, se inauguró la “Taielet Ben Gurión”:  tres kilómetros y medio de senderos costeros agrestes que suben y bajan entre paisajes panorámicos de ensueño, desde la playa de Tel Baruj hasta Jof Hatzuk .  Era el tramo que faltaba para completar la extensa promenade que se extiende desde Herzlia hasta la ciudad de Bat Yam.  

Recomendación:  si van al atardecer y respiran el aire marino del benigno invierno en Tel Aviv, casi-casi les parecerá… que no estamos en guerra.

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