Por Abel Katz
Dando mantenimiento a un túnel que va de la casa de huéspedes “Beit Josef” a la basílica de la dormición en el monte Sion, caí al abismo. Reconocí de inmediato que era el infierno que describió Dante.
Podía haber caído en casi cualquiera de los círculos, pues carecí de casi todas las virtudes, pero caí en el de la pereza.
Entendí que mi mayor falta fue el descuido y la carencia de entusiasmo.
La incapacidad de conservar los bienes, las amistades, los amores y… la familia.
No perseguir mis sueños.
Los habitantes de este círculo estamos condenados a incesantes trabajos.
Estamos tan ocupados que no tenemos tiempo siquiera para conversar entre nosotros.
Quisiera arrepentirme de mis actos, pero ya es tarde.
Despierto de esta pesadilla, me baño y me voy a trabajar.
Por suerte, fue una pesadilla. Fuera de ella, es posible para el protagonista, cambiar su historia y redimir la condena.
Gracias por recordarme a Dante, creo que es hora de volverlo a leer.
¡Saludos!