Soy la zarza ardiente,
la mata reacia a consumirse,
el arbusto en llamas, emblema del pueblo electo.
Al escuchar la orden del ángel candente,
desvíe la vista de la planta milagrosa,
prendida por el dios omnipotente,
fuera el que fuere, sea quien sea, fuera quien fuere.
Pastor antihéroe arcaico,
profeta tartamudo,
sacado de aguas,
príncipe evacuado,
liberador de esclavos,
quebrador de tablas,
baja la vista y queda descalzo,
dijo fuera el que fuere, fuese quien fuese, fuera quien fuere.
Soy aquel niño comedor de brasas,
sacado de aguas en una canasta,
salvado por noble hija de faraones.
Soy el que soy,
esclavo y príncipe rebelde,
profeta escéptico,
quebrador de tablas y defensor del pueblo.
¡Ay, pueblo de esclavos!,
Escucha mi lamento y dime,
dime qué condujo al índice divino,
hacia este servidor, destinado a profeta,
líder amargo, aprendiz de hechicero.
¡Qué daría por no haber sido el designado!,
Por no haber salido al pasto aquel día funesto,
no llevar el ganado a pacer donde la mata ardiente,
no oír las chispas, y no haberme arrimado o acercado,
ni descalzado, ni acechado, ni escuchado,
ni desviar mis ojos, al ver el prodigio,
del arbusto en llamas,
en los cerros del Sinaí.
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