Escuchar o leer cuentos sobre sana convivencia me encanta, pues me muestra sin duda alguna, que existen corazones buenos en cualquier pueblo o raza. Y que cuando se cae en injustificados prejuicios, lo que hacemos es limitar nuestra forma de ver el mundo al calificarlo de tal o cual forma. De todo se ve en la viña del Señor, lo bueno pulula y lo malo también. Más al rescatar una buena acción, sea de donde provenga, nos reconcilia con el género humano, que a veces ni merece tal apelativo, pero en otros casos se amplía el criterio y se puede decir que buenas personas existen en todos los lugares y en todos los pueblos, a pesar de creer que son diferentes.
El corazón dadivoso sólo conoce el lenguaje de la entrega y la sonrisa, como lo señala el caso de una muchacha judía israelí, quien perdió su celular y al llamar para ubicarlo, estaba en manos de un árabe israelí, quien lo tenía en su poder esperando ser localizado, ya que no había podido ubicar a la persona interesada, por tener el teléfono en modo cerrado.
Al contestar el llamado, se puso a la orden y dijo que lo llevaría a la otra ciudad donde se hallaba la adolescente que había perdido el aparato. Insistieron que no, pero el hombre quiso prolongar su buena acción hasta el final. Lo llevó a una hora de distancia y cuando se le quiso reconocer una recompensa, se negó a recibirla. Lo que indica que sana convivencia puede haber entre los seres que sacan a relucir la bondad, por encima de todo prejuicio o sesgo que se le quiera imponer.
Es deber de todos poder ayudarnos sin importar quienes somos ni cuanta diferencia puede existir entre nosotros. La voz del corazón debe sacar a relucir su canto y dar a entender que todos podemos añadir un granito de arena para lograr vivir en paz y en generosa convivencia, sin tomar en cuenta lo que otros piensen para actuar de la mejor manera y dejar en claro que el abrazo entre los diversos pueblos es más efectivo que la descarga de un arma sobre el vecino o semejante, que no tenga nuestras creencias ni el color de piel ni aún el tinte del alma. Sólo la estrecha mirada entre todos puede dar una sociedad sana e individuos con mayor alcance humano.