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Por Bella Clara Ventura

En calma, la pareja sentada el uno frente al otro, se divertía con las cartas en mano y escuchando el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo.

-Amor, así me gusta. Siempre se debe burlar el dolor. Con el juego de barajas y el calmante que ya te está haciendo efecto, se olvida el malestar de tu cirugía- dijo la esposa mientras tiraba una dama de pica.

Dialogaban sobre lo divino y lo humano, era la forma de estar en paz con sus conciencias. Los temas que abordaban los cargaban de poesía o de eventos del día.  Mimoso, el hombre debajo de la mesa le acariciaba la pierna con la suya. Como algo premonitorio, Isabella lo interrogó sobre la guerra.

-Te imaginas en Ucrania, cómo padecen sus habitantes con fuego abierto en todo momento- suspiró la mujer. 

-Si, Isa, es lamentable ver una guerra que se prolonga.

-Sin un próximo cese de fuego. Pasan los años y nada llega al final. 

-Los muertos y heridos ya suman cifras incalculables. Y las atrocidades.

-Violaciones, atropellos, asesinatos… y todo lo que una mente maquiavélica se le pueda ocurrir. 

-Putin pasará a la historia como otro Stalin, Nerón o Calígula. Monstruos que tan sanguinarios como Hitler. Parece que no tuvieran madre ni ningún tipo de empatía con el otro.

-Ni con consigo mismos- dijo el convaleciente.

-¿Cuándo se acabarán esta barbarie y los ataques de Hamás?

Era el tipo de conversaciones que no escapaba a sus juegos mentales, mientras cuidaba el post operatorio del completo reemplazo de la rodilla de su marido. Embelesados con la música y el juego, resultaba un entretenimiento para el paciente y un momento de sosiego. Además, estaba ganando, eso lo ponía de buen humor.

Una súbita alarma interrumpió el esparcimiento. Los nervios se pusieron de punta. Las sirenas se sucedieron una tras otra. 

-Amor, ¡otra vez Hamás con sus jueguitos de muerte!

-Y parecen más serios que de costumbre. Escucha los misiles.

El vecino en pijama tocó a la puerta.

-Evacuen rápido el apartamento y diríjanse al refugio. Prohibido usar el ascensor- dijo el hombre tratando de guardar la compostura.

No dio tiempo de averiguar de qué se trataba el asunto, se alejó con prisa. Las sirenas rechinaban. Isabela procedió a apurar al esposo para que bajaran por las escaleras, la única manera que les permitiría la evacuación.

-Avi, apúrate. El asunto parece grave. No paran de retumbar las alarmas.

Isabella empezó a temblar al pensar cómo iba a llevar a su marido a cuestas escaleras abajo con aquella cirugía que no le permitía gran movilidad. 

-Nos obligan a bajar a pie, ¿puedes?

-Sí, ya me pongo los zapatos y coge tu teléfono- mandó.

Isabela estaba con los nervios alterados. Se sentía incapaz de ayudarlo. Padecía de una lesión en la muñeca derecha debido a una caída en la calle. 

-Vamos, apresúrate. Se oyen gritos por doquier. La cuestión pinta feo. El bombardeo es serio. No paran de chillar las alarmas y se escucha el “cúpula de hierro” en pleno interceptando los misiles- dijo la mujer con desespero.

Con el par de teléfonos en mano, único rescate concebido, descendieron las escaleras con el paso agitado en pijama. Moraban en el cuarto piso. 

-Por favor, apúrate, amor, que los misiles siguen en plena acción.

-No te detengas, que yo te sigo el paso- fue el decir del recién operado.

-No puedo dejarte solo. Me preocupas.

-Estoy tratando de no pisar con la pierna derecha para no dañar la cirugía.

-Sí, te veo dando saltos, pero apresúrate, ya ves cómo la gente baja a toda velocidad.

Efectivamente la escalera era un desfile de pijamas en varias edades. 

-Estoy con la lengua afuera pero ya casi llego. 

-¡Nada que la adrenalina no logre!- dijo al verlo ya en el primer piso.

Ambos a troncas y a mochas descendieron con el aliento jadeante. Las piernas de Isabela parecían un terremoto. Pálida y ojerosa tenía nauseas.

-Isa ¿Qué te sucede?  Tranquilízate.

-No puedo. Tengo ganas de trasbocar. Me preocupé por ti. 

-Ves que no tuve problemas. Bajé bien, aunque con dolor y muchos nervios.

Isabela no lograba reponerse del susto ni de la angustia. No podía calcular el alcance de la urgencia, mientras seguían zumbando insistentes alarmas.

-Avi, la situación se complica. Siento desazón y ansia, como las padeciste tú durante la reciente semana con hipos y ganas vomitar. Son nervios, porque mira que estoy en el mismo estado que tú, con iguales síntomas. Tengo mareos con ganas de devolver la comida y las piernas se chocan entre sí.

Aquella consideración sirvió para colocarlos en perspectiva. Estaban al borde de un riesgo, cuyas dimensiones desconocían. Al ver a Isabela en reacción en espejo de sus propias emociones, el hombre entendió que estaba bajo un estrés que estrenó durante la semana de su convalecencia. 

-Ya, Isabella, tranquilízate que estamos fuera de peligro. 

La mujer seguía con el pulso agudizado y las palpitaciones a millón.

-Me angustié por ti.

-Viste que no hay porqué enloquecerse. Lo logré…

-Entonces, Avi, serénate. Pienso que los vómitos y la ansiedad, manifestados, responden más a tu estado emocional al no poder digerir ni asumir que ya no serás el campeón que te creías. Pero, seguirás siendo mi héroe- añade con una picada de ojo.

Ambos aflojaron la tensión y la risa se apoderó de ellos. La fiesta de los pijamas se hizo presente en el refugio, mientras las sirenas seguían en su delirio. Al unísono cavilaron que un anuncio de guerra es de mayor consideración que una cirugía.

Acerca del Autor

Bella Clara Ventura

De padre sudafricano y madre mexicana, Bella Clara nació en el mes de las cometas en Bogotá-Colombia. Con sus poesías y novelas traducidas a diversos idiomas ha conquistado a críticos, escritores e intelectuales, mereciendo múltiples premios y reconocimientos por su carisma y su talento como escritora. Incluida en antologías y colaboradora de varios libros de cuentos ha participado en numerosos encuentros literarios en USA, Suecia, Francia, México, Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Ecuador, España, Puerto Rico, México, India, Hungría y Taiwán, entre otros. En 2008 fue elegida como una de las 50 mujeres más importantes de la cultura en Colombia, por la Universidad Santo Tomás de Bogotá. Recibe el Doctorado Honoris Causa de la World Academy of Culture and Arts (USA-2011). En el año 2019 obtuvo un premio por su poema sobre la compasión en Bhubaneswar– India y en diciembre 2021 es reconocida por el Comité Ejecutivo de Peace-Pax como su embajadora, por su obra literaria dedicada a la promoción de la paz en el mundo.Vive actualmente en Israel.
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