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La sonrisa pintada en la cara y bajo la pintura, una tela blanca, virgen, cambiante.
Un día alegre, el próximo triste con una lágrima no dibujada. Frente a su público la pintura prevalece. Una alegría estudiada con la única intención de contagiarla y esparcirla y en ese momento, hasta puede creer que exista, se hace real y convincente, hasta que se baja el telón y queda solo él, sin un espejo que le devuelva su imagen.
Sea cual fuera su realidad, afectado por su propia actuación, el tiempo dedicado al prójimo fue tiempo de vida ganado.
Si el escribir estas líneas me dio satisfacción, fue para mí, como para el payaso, tiempo de vida ganado.