El día que Serafín se mudó a la casa donde vivía Gordis, aún conservaba su espeso cabello oscuro, su estatura de uno punto setenta, el fuego de sus ojos azabache. Ojos que sabían muy bien, como mirar a una muchachita vulnerable.
Han pasado tantos años… y tragedias, desde cuando halló a la niña (Gordis) de blonda cabellera, y ojos grises como nubes de invierno.
La adolescente había aprendido de su padre, en vida, la colaboración desinteresada a cualquier extraño que lo necesitara; sobre todo, a los nuevos inquilinos que llegaban a ocupar cuartuchos, que parecían cajas de fósforos.
Ese día, “Gordis”, (no soporto este nombre); la llamaré Sonrisa de ángel.
¿Qué culpa tiene la niña que en la alacena de su casa solo hubiera pan blanco, salsas de todos los colores y viandas con arroz para comer cada vez que sintiera hambre?
El día que Serafín parqueó su caballo endeble con sus pertenencias, frente a su nuevo habitáculo, Sonrisa de ángel empezó a cargar bártulos a la par con él hasta formar una pirámide que llegaba hasta el techo.
El tipo le dio las gracias y le pasó unas monedas. -Ella sonrió y salió corriendo.
Al principio, el hombre trató de disimular y se negó a aceptar su ayuda; pero al observar su piel fresca y su sonrisa angelical, sus pensamientos cambiaron de color y su cuerpo empezó a tener sobresaltos.
Pasados unos meses, y ya con más confianza, el tipo tocó la puerta de la muchacha de cabellos rubios; sabía que estaba sola. Su mamá salía todos días a las cuatro de la mañana, con termos llenos de café caliente, para vender en la estación de buses.
– ¿Se quiere ganar la sopa de hoy, niña?
-! Sí¡, sí don Serafín; pero cuando vuelva del colegio.
– ¡Vamos!, ¿cuánto hace que no se come un helado de maracuyá?
– Ummm… se me hizo agua la boca; ¿qué tengo que hacer?
-Por ahora, tendamos la cama; coja de esa punta. Y le tendió una sábana raída que ella agarró con afán. Después hay que recoger esos chiros y embutirlos en ese cajón. -señaló con el dedo huesudo, sin desprender la mirada de las rollizas piernas de la muchacha.
En un arrebato irreflexivo, el tipo la agarró por la espalda, la besuqueó y la arrojó a la cama levantándole la falda. De nada sirvió el forcejeo de la niña; la tenía inmovilizada y con la boca tapada.
Lo que no sabía Serafín, es que la madre de la niña vendió los tintos antes de lo previsto, y regresó sin hacer ruido. Al echarla de menos, caminó en silencio por el estrecho pasillo de tierra amarilla y paredes agrietadas, para buscarla.
Quizá estaría en casa de alguna vecina colaborándole, como era habitual, antes de ir al colegio.
“Que tiempos… ahí es donde uno se da cuenta lo útil que es el invento del celular.”
Al pasar por la habitación del nuevo inquilino que quedaba a escasos metros de la suya, le pareció oír la voz amordazada de su hija. Se detuvo un instante para escuchar mejor… Aterrada, confirmó que los sonidos guturales provenientes del habitáculo de Serafín eran de Sonrisa de ángel, la niña de sus ojos.
Temblando y a punto de sufrir un desmayo, se abalanzó contra la puerta. Quería derribarla a puños y estrangular al maldito con sus propias manos.
El escándalo de la madre atrajo una turba de vecinos enfurecidos dispuestos a linchar al sádico.
Llamaron a la policía, y en un santiamén, la roída puerta de madera fue derribada al unísono por la embestida de todos.
Con los nudillos ensangrentados, la madre inspeccionaba a su hija por todas partes. Al ver las manchas de sangre en sus muslos se fustigaba en voz alta por haberla dejado sola. En su interior sabía que no la habían instruído para prever ningún peligro.
En un ataque de llanto y desesperación, madre e hija se fundieron en un abrazo, mientras los vecinos acorralaban al miserable.
La policía aún no llegaba. Un joven que casi atrapa al tipo antes de saltar por la ventana trataba de liberarse de un embrollo de alambre de púas, que este le arrojó por los pies para poder escapar.
Serafín tampoco sabía que la abuela de Sonrisa de ángel era curandera y había dejado un legado familiar, antes de abrir sus alas para siempre al infinito.
Eso sí, el depositario(a) del secreto, tenía que reunir ciertos requisitos difíciles de poseer y cumplir: Prudencia y dominio propio. Ser mayor de edad y haber formado una familia. Lealtad inquebrantable, entre otros.
¡Ah…!, y tenía que firmar un documento ante notario, donde constaba que la pócima, únicamente podía ser administrada a un individuo de cualquier sexo, cuyos órganos sexuales hubieran sido utilizados para violentar a una persona o animal.
El elegido, fue el tío de Sonrisa de ángel que reúne los requisitos, y trabaja de cocinero en la prisión de Guacalí.
Usted agarra mijo, tres gramos de semillitas de… siete hojitas medianas de… -y que estén secas- y un puñadito de… Todo esto lo muele y lo mezcla muy bien. Coloque una pizca en su comida todos los días; poco a poco, el victimario empezará a perder su lívido para siempre.
Nunca nadie, hasta ahora, ha logrado sacarle la famosa receta al cocinero. Pero sí ha colaborado con familias que han sufrido casos similares comprobados.
Ni siquiera Sonrisa de ángel, que tuvo tres intentos de suicidio con monóxido de carbono antes de las terapias y de graduarse como sicóloga.
Lo que sí le contó el tío, a medias, fue el resultado de la venganza, mas no la receta.
Quizá ella sea la elegida del legado, en un futuro.
Serafín frota su pene jabonoso bajo la ducha que apenas suelta escasas gotas de agua para lavarse.
Trata de lograr una erección, de las que hace mucho no tiene memoria.
Sus ojos negros, que antes fueran su mayor atractivo, parece que se esconden avergonzados en sus cuencos oscuros, como túneles infinitos.
Hoy es su último día en prisión; se lo ve demacrado, triste. Las pocas hebras de cabello que le quedan lucen enmarañadas.
-El cocinero es lo único bueno de este puto antro -reflexiona. Nunca me faltó con la tragantina, ni aunque hubiera motín… ni con estas putas revistas, que no me han servido pa’ un culo.
Destroza la revista y la arroja al sifón.
Las gotas de agua empiezan a represarse.
Serafín ve las imágenes sumergidas en el agua y vuelve a frotarse sin ninguna respuesta.
Lo estruja con violencia; se lastima. Maldice su vida y recuerda a Sonrisa de ángel.
Crespa sus manos huesudas. Aprieta los puños y emite un rugido salvaje que hace disparar las alarmas de la prisión.
Se siente como macho recién castrado y cae sin fuerzas en el pequeño lago de agua.
Llora. Llora incontrolable y se enrosca como cuando estaba en el vientre de su madre. La tibieza del líquido “amniótico” lo relaja. Y las gotas de agua caen como caricias maternales sobre su cuerpo enjuto.
La magia de las palabras hicieron que este desgarrador relato me atrapara y hasta llegué a alegrarme por la venganza, pensando, quizás como otros lectores que ojalá esa pócima estuviera disponible para todos los violadores….
Felitaciones para tan maravillosa escritora! Siempre será un placer leerla.
Un placer ser leída por ti.
Gracias por tu ⏳ y generoso comentario.🖍🙏
Un placer ser leída por ti.
Gracias por tu ⏳ y generoso comentario.🖍🙏
Impresionante relato de esta autora que no me deja de sorprender por su profundidad literaria. Aquí rescata un alma que parece perdida y le da la posibilidad de renacer y purificar su Esencia. Impensado final!!!!
Me emociona conocer la interpretación que cada lector le da a mis textos.
Muchas gracias, Angie, por recibir la caricia de mis palabras.
Relato bien atinado para casos que en la vida real sucede …hay millones de Serafines en el mundo y algunos reciben pocimas distintas …La autora de éste relato hace que el lector se compenetre con la historia…Gracias por exponer en este cuento la realidad de abuso sexual a menores
Como dicen los grandes: yo no elegi el cuento, él me eligió a mí, para ser gritado al mundo.
Gracias Yudi por leerme, y dejarte enredar en la trama de la historia.
Sabina como siempre un lenguaje muy educado y exquisito..muy bn contado Felicidades!!
Muchas gracias, Diana, por leerme. Me encanta que te haya gustado.⚘
Sabina, recién ahora empiezo a leer tus escritos y son maravillosos, profundos y con ganas de que no se terminen. Este cuento me encantó por el mensaje , por la estructura narrativa y por el final tan logrado.
Muchas gracias Sergio Labban, por leerme y sumergirte en mi relato.
¡¡¡Bienvenido a mis páginas!!!