La bella adurmiente dejó de serlo al día siguiente a su cumpleaños.
Las hadas protectoras que la habían entumecido no le hicieron un favor, la adormecieron en su burbuja privilegiada de sociedad de clases, estratos sociales, predefiniciones de género, edad y color de piel. En lugar del servicio doméstico de palacio, la rodeaban al despertar dispositivos desconocidos, tecnología celular de quinta generación, manuales de operación dispersados por doquier, amontonados, desordenados, con instrucciones detalladas en más de 70 lenguas para la operación de aparatos, ordenadores, computadoras, móviles, celulares, casas inteligentes, cerrojos digitales, gadgets, aplicaciones para asistir a reuniones presenciales y remotas.
¿Qué son los encuentros remotos? -se preguntaba- ¿acaso habría de cabalgar al destino? Y el príncipe… ¿dónde estaba? -preguntó mirándose al espejo-.
En pocos instantes la amonestaron las nuevas hadas, monjas modernas vestidas de hábitos de enfermería, “que no hay príncipes” -le dijeron- “que son avatares”… y una vez recuperada, podría elegir las mesuras, semblante y talante de sus pretendientes digitales, ideados, creados y encargados a medida, lo que se dice, plenamente personalizados y customizados.
¿Y la bruja? -preguntó aterrada-.
Con mirada condescendiente le revelaron que ya no existían las hechiceras, se llamaban troles, no eran “malas” por naturaleza, más bien producto de la suma de sus circunstancias culturales e históricas. “Maléfica” se había sometido voluntariamente a sesiones de “psicoterapia psicodinámica” impartidas por una analista y de hecho, ya transformada, estaba esperando a que se despertara en el vestíbulo, con un pastel de zanahorias sobre el regazo como pipa de paz vegana. Aurora pidió volver a su estupor, “necesito un poco más de tiempo” murmuró instantes antes de cerrar los párpados, un poco más de tiempo…
¡Original planteamiento, pardiez! Pobre muchacha que prefiere seguir eludiendo la realidad a afrontarla… Vive la vie!
Efectivamente, querida Marga, así es 🙂