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Por Daniel Golan

Cada vez que Arnón se calzaba la pistola en la cintura, Carmit le hacía la misma pregunta. ¿Para qué demonios llevás esa porquería?  Él levantaba la vista al techo sin hacer comentarios. Esa era la rutina.

Los chicos habían salido de campamento por la semana de Pascuas, así que decidieron tomarse un par de días libres.  Ese día, irían a un centro comercial de la zona para hacer algunas compras.

Como era de esperar, cuando Arnón hizo el amago de ir a la caja fuerte para sacar el arma,

ella protestó.

-¿Otra vez vas a llevar esa porquería?

-¿Si no la llevo te va a hacer feliz?

-¡Sí!- le contestó.

-Bueno, no la llevaré entonces, para vos.

A Carmit la sorprendió la respuesta. Salieron juntos del cuarto, ella con una sonrisa de satisfacción, él con cara de póker.

El viaje fue tranquilo, ella estaba dicharachera, le encantaba ir de compras a ese lugar, a él menos, pero quería satisfacer a Carmit.

Entraron como dos tortolitos tomados de la mano.

Después de hacer un largo recorrido de vidrieras entraron en un negocio y compraron ropa para los chicos. Luego entraron a una zapatería para damas, Arnón disimuló su resignación, sabía lo que lo esperaba.

Carmit se probó al menos veinte pares entre zapatos y sandalias y con cada uno le preguntaba.

-¿Y este?  ¿qué te parece?

A lo que Arnón contestaba,

-Lindo- sin demasiado entusiasmo.

Finalmente él decidió acortar el trámite.

-¿Y estos que te parecen?

-¡Wow! ¡Que bien que te quedan éstos, y el color, son hermosos!

Eso la convenció y los compró.

Salieron del local y Carmit le preguntó si no se quería comprar algo.

-Yo estoy bien, no necesito nada.

Siguieron caminando un poco más hasta que él sintió que ya era suficiente.

-Que te parece si vamos a almorzar, me recomendaron un restaurante cerca de acá donde hacen un chivito uruguayo sensacional.

-Buena idea, me encanta el chivito y ya tengo hambre.

Al cruzar la puerta de salida, Carmit vio frente a ella a un hombre que se acercaba a paso acelerado y desenfundaba una pistola. Ella quedó congelada ante esa visión. El primer disparo le dio en el hombro al guardia que estaba a su derecha. Aterrorizada vio como el atacante giraba hacia ella listo para dispararle. El segundo disparo atronó cerca de su oído izquierdo mientras caía al suelo por un empujón que había recibido. No sintió ningún impacto pero vio cómo se abría un orificio en la frente del atacante mientras se desplomaba hacia atrás por la fuerza del impacto.

La caída y el alboroto que se armó, de inmediato la sacaron del trance.

-¿Estás bien?- le preguntó  Arnón mientras la ayudaba a levantarse. Carmit lo miró asombrada y vio la pistola todavía humeando en la mano. Apenas si oía lo que le decía, el oído le zumbaba terriblemente.

Sin tiempo para explicaciones asistieron al guardia herido hasta que llegó la ambulancia.

El resto lo dejó para el noticiero.

Tres semanas más tarde, se preparaban para ir al cine. Antes de salir del dormitorio, Carmit le dijo:

-¡No te olvides la pistola!

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