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Era una de esas parejas desparejas, Demián en sus veinte largos y Hannah en sus cincuenta y tantos.
Se querían y satisfacían mutuamente. Encontraron el equilibrio que les permitió mantener esa relación durante cinco años, hasta que el deseo de formar familia y tener hijos hizo raíz en Demián alterando esa estabilidad, pues él sabía que con Hannah no sería posible.
Esa situación fue horadando los cimientos de ese vínculo, él se fue distanciando, ella lo advirtió, pero no quiso reconocerlo y siguió actuando como si nada sucediera.
Demián estaba en un cruce de caminos difícil, no quería lastimarla porque la seguía queriendo, pero sabía que había llegado a un punto sin retorno, la separación era inminente.
Esa noche habían salido a cenar en un restaurante frente al mar. Ella trató de que fuera una velada romántica, pero para él fue todo lo contrario, sintió que se asfixiaba.
Finalmente le expuso sus sentimientos de la forma más suave posible, pero Hannah se negó a aceptar sus argumentos y se aferró aún más a esa relación que la hacía sentirse nuevamente joven, llena de vida, y pidió un poco más.
Demián no pudo resistir la súplica en sus ojos y aceptó.
La escena volvió a repetirse un par de veces, hasta que Demián comprendió que un poco más no es un período determinado, como una semana, un mes o un año, siempre será un poco más. Sintió que su corazón se endurecía hasta romperse en mil pedazos.
No hubo un final feliz, solo un rudo adiós.
Hoy, cinco décadas más tarde, sintió una sensación de deja vu, la historia volvía a repetirse. Los recuerdos se hicieron frescos, como si fuera ayer, pero esta vez él estaba del otro lado de la línea.
Ayer fue él quien se fue, hoy es el que se queda. Pero no pidió prórroga, sabía que nunca habrá… UN POCO MÁS.
