¡NUNCA MAS!
Falló el tan mentado slogan de hace 80 años, del triste genocidio del nazismo sobre el pueblo judío que no volverá a ocurrir nunca más.
El NUNCA MÁS se rompió en millones de partículas ante nuestra sorpresa e incredibilidad, dentro de nuestras casas. Masacre, horror, caos, pogrom. No hay consuelo para miles de familias que sufrieron en unas horas esta tragedia, el pasado sábado 7 de octubre. Se abrieron las heridas cicatrizadas de la Shoá. No se trata de que en 75 años de independencia bajamos la guardia. No. Siempre a la defensiva y ofensiva cuando sea necesario. Vivimos un “la-la-land” de ilusiones ópticas que todo estaba controlado. No es momento para hacer jeshbon-nefesh (revisión de cuentas). Será después de esta guerra. Seguimos resistiendo, combatiendo por nuestra sobre existencia. Y venceremos, a nadie le cabe la menor duda.
La realidad supera la ciencia-ficción, repetidas veces lo he manifestado en mis escritos. Ésta, inimaginable. Será muy difícil reponerse de este schok. Seguimos pagando un precio muy alto. La fe, la moral y la esperanza siguen bien fuertes.
Todos pensando en el futuro de nuestros hijos y nietos.
No podemos olvidar algunas estrofas de tango tan proféticas que datan de casi un siglo: Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé; en el quinientos seis y en el dos mil también.
Y los cantos en idish de los guetos que decían Brend, briderlaj, brend… (Fuego, hermanitos, fuego…).
El pasado y el presente vuelven como fuertes tempestades, golpeándonos, aferrados a nuestros ideales sionistas, profetizando que nuevos vientos puros nos envuelvan en una paz que tanto ansiamos.
Es el trago del mate muy amargo que succionamos y que de a poco tratamos de endulzar para sentir que vivimos añorando vivir en un mundo pacífico de armonía.