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Por José Charbit

Hospital siquiátrico, un viejo edificio con forma de mansión vieja remodelada y adaptada a lo que es hoy, un lugar donde se hospedan enfermos con trastornos mentales graves.

Se presentan, con permiso de estadía hasta media hora, el padre y la pequeña Noa, en la sala blanca.

Su madre, Silvia, una mujer todavía joven, que poco tiempo atrás, fue bonita, está acostada en su cama con los ojos semiabiertos y ya no está atada, solo que no tiene fuerzas para levantarse, ni siquiera moverse. Los calmantes contra la depresión la duermen por completo.

Entusiasmada Noa, una niña llena de vida, se trepa a la cama, la abraza y le da besos, mientras le dice eufórica:

-Hola mamá, te extrañe mucho, hoy me quedo acá con vos, necesitas ayuda… ¿por qué no puedo quedarme con vos? ¿Porque estas acá durmiendo todo el día? Mamá, mamá, contéstame…

La madre, todavía semidormida, de repente se incorpora un poco en la cama ancha y prolija, la abraza con la poca fuerza que tiene, incluso, alcanza a darle un beso en la frente, en la comisura de sus labios aparece una leve sonrisa, apagada, todavía.

-Hola Noa –le dijo con voz apenas audible-.  Yo también te extrañe mucho- corriéndole una lágrima por la mejilla, dándose cuenta, lo que casi pierde para siempre…

Su intento de suicidio, tragándose casi medio frasco de barbitúricos, no tuvo éxito, la salvaron de milagro en Emergencias, haciéndole un lavado gástrico, antes que perdiera la conciencia, definitivamente.   

El padre, Alberto y ex marido de Silvia, un hombre vencido por los golpes de la vida, parado al lado de la puerta de la sala grande y luminosa, donde había otras camas vacías, esperando con anhelo que todo se termine…, ya paso la media hora casi volando, tocaron a la puerta anunciando que finalizo su visita. La niña dándose cuenta de que se tenían que ir, se agarró muy fuerte del cuello de su madre, gritando:

-No, no, no me voy de acá, yo me quedo con mi mama, ¡¡nadie me va a separar de ella!!!-

La madre todavía sin fuerzas no reaccionaba a la actitud de su hija: por un lado, tomándola fuertemente del cuello y por el otro, gritando que no se quería ir, hasta que intervino el padre, tratando de sacarla por la fuerza a la pequeña.

Volvieron a tocar a la puerta, pero esta vez entraron a la habitación directamente los dos guardianes, viendo una escena triste y fuerte a la vez.

Trataron de hablar primero con el padre y después con la pequeña Noa, pero ella en sus cabales no permitía que nadie la separe de su mama. Hasta que los tres hombres la separaron y a gritos desesperados, tuvo que dejar a su madre ahí, sola y sin habla.

Ahora, Noa, sabía que se quedaría a vivir con el padre por mucho tiempo.

En el aire se escuchaba un blues, una música desgarradora y triste que grita por su libertad.

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