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Dos extractos del libro «El Martín Pescador» – Amazon (2020) https://www.amazon.com/Mart%C3%ADn-Pescador-Spanish-Gabriel-Sklar-ebook/dp/B08FJ8BTPT

«La noche comenzó a caer y nos preparamos para la ceremonia general.
Nos vestimos con el uniforme verde oscuro que usábamos para entrenar y nos colocamos los chalecos.
Tomamos nuestras armas y nos abrochamos sticklights por todo el cuerpo.

Cuando nos dieron la señal, comenzamos la larga bajada por las escaleras de piedra de la fortaleza de
Masada, brillando en la noche gracias a las luces pegadas en el cuerpo y vimos a los lejos, desde arriba,
a nuestras familias sentadas en el anfiteatro que está al pie de Masada, aplaudiendo y llorando de emoción.

Se escuchaba también a los Lojamim (combatientes) más veteranos que nos esperaban para recibirnos,
clamando con el característico aullido de la unidad: nadie sabe de donde salió dicha costumbre, pero el
aullido de lobo es el sonido que nos representa, el que hacemos al terminar un acto difícil, al llegar a una
alta cima o al terminar un operativo militar. Y así, bajando por las escaleras de Masada, escuchamos
decenas de aullidos que provenían desde abajo, a los que pronto nos sumaríamos.
Al final de la ceremonia, el comandante de la Fuerza Aérea Israelí y el comandante general de Shaldag,
nos pusieron las insignias en el pecho: un pájaro Martin Pescador, con una Estrella de David en el centro
y alas plateadas y negras que se extienden a sus costados. Ya éramos Lojamim de Shaldag».

………………………

«El 15 de agosto del 2017, llegué a la base de Palmachim temprano a la mañana, para cortar la tarjeta de
identidad del ejército, acto que te transforma instantáneamente, otra vez en unciudadano civil.
Sin detenerme a comprender la profundidad de ese simple movimiento de tijeras, corté la credencial en
dos y así finalicé mi servicio militar en las FDI después de cuatro años, ocho meses, y tantos días con sus noches.

Subí al auto y manejé hacia lo de un amigo que vivía en el cercano kibbutz Palmachim, en una casa
hermosa sobre la playa. 

Y pasamos juntos la tarde, con la extraña, casi tangible tranquilidad de quien vuelve a tomar las riendas
de su propia vida».  

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