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Por José Charbit

Esta es la historia de dos hermanos muy mayores. En el departamento de geriatría se encontraba uno de ellos, Yaacov, con un cuadro de hemiplejía, sentado sobre su silla de ruedas, medio paralizado. Concurría a sus sesiones de fisioterapia y terapia ocupacional, por lo general acompañado por algún miembro de su familia, que eran muchos, tenía posiblemente unos ocho hijos, con sus respectivos nietos, además de su fiel esposa, de casi la misma edad, gastada por los años y los achaques.  Se turnaban para que a cada hora, esté presente alguien de su numerosa prole con él, para pasar su internación más amena a pesar de su difícil estado, postrado la mayor parte del tiempo en su cama ortopédica. 

En uno de los tantos días de internación, vi en la sala de espera a un hombre muy parecido a Yaacov, solo que parecía sano, acompañado por una joven de rostro mestizo, muy atractiva, que tendría entre treinta y cuarenta años.  Y vi también a otra mujer, familiar de Yaacov, que yo ya conocía por anteriores visitas.  Le pregunté a la mujer joven, ¿quién es el hombre que está sentado a su lado? y me respondió -para mi sorpresa- en español sudamericano. 

-Es el hermano mellizo de Yaacov, se llama Moshe. 

El hombre se veía muy bien para su edad, inmediatamente, atiné a preguntar si ella era su cuidadora, por la diferencia de edad que le llevaba, era muy común ver a los viejos con cuidadores. 

-No- me contestó sin titubeos y con mucho orgullo -¡soy su esposa!-.

El otro familiar era la hija mayor de Yaacov, una mujer alegre, llena de vida, de origen israeli sefaradí, que mientras volvíamos hacia el cuarto de Yaacov, me contó un poco la historia de su tío y su padre:

-Siempre fueron muy unidos y competitivos los dos hermanos, mucho más, siendo mellizos gemelos, tenían la necesidad, de hacer lo que el otro hacía, no importaba si era su deseo, según cuentan ellos mismos, desde chiquitos, lo importante era competir, inclusive cuando Yaacov encontró a su primera novia, Moshe no tardó en enamorarse de la hermana y así toda la vida, después que se casaron y fueron también concuñados, empezaron a llegar los hijos, por supuesto, uno detrás de otro, en una carrera detrás del tiempo, nacía un hijo de una de las parejas e inmediatamente llegaba el otro de la otra pareja, difícil de entender, pero así fue su vida- me contaba con exclamación la hija de Yaacov. 

-Después de una vida muy rica en familia, hijos, nietos, bisnietos de las dos partes, llegó la vejez y sus problemas ¿ves como está mi padre ahora?  Así estuvo mi tío hace unos años atrás, exactamente igual, en este centro de rehabilitación, solo que mi padre, todavía estaba bien, le proporcionó a su hermano todo lo que necesitaba, incluso esta mujer joven que viste a su lado, para que lo cuidara, y de verdad lo cuidó, con ahínco, dedicación y mucho amor especialmente, hasta que se curó, con terapias sin fin, profesionales, tratamientos y una verdadera recuperación gracias a su cuidadora Elsa.  A ella se le terminaba su contrato de trabajo y tenía que dejar el país para volver a Chile, de donde era oriunda, y ahí empezó el verdadero desafío de mi tío: se enamoró de ella, ¡nadie lo podía creer!  Ni siquiera su propio hermano que siempre se entendieron entre ellos, eran el uno para el otro, pero en este punto no concordaron.

Las cartas de amor entre mi tío y Elsa no paraban de enviarse, el sentimiento era mutuo, hasta que mi tío tomó la decisión de viajar a Chile y encontrarse con ella y declararle su amor definitivamente. Ella aceptó venir a Israel y vivir junto a su anciano amor, pero quien no aceptó, fue el ministerio del interior israeli. 

Primero fueron las cartas, y después, los viajes de mi tío hacia Chile. 

Y cuando todo parecía esfumarse, el ministerio decidió darle a Elsa el permiso, con el único objetivo de reunirse con su amado para casarse, sin ningún otro fin que vivir junto a él como su esposa, sin poder trabajar o hacer otra actividad.

La alegría duró poco, pues al enterarse su esposa, le pidió el divorcio de inmediato, sus hijos lo abandonaron, hasta sus nietos, por haber deshecho la vida de su madre y abuela de tantos años, la crisis le llegó a todos, incluso a su propio hermano, que no le perdonó haber destruido a toda una familia feliz.

Pero el amor fue mucho más fuerte, pues Moshé, mi tío, vio su futuro, no su presente, hoy es un hombre de ochenta y pico de años, con una mujer joven y amada, pareciera que todos los años de diferencia entre ellos, se los llevó el amor.

Hoy mi tío vino a ver a su hermano, después de mucho tiempo que no se hablan, espero que mi padre lo reciba aún, su estado es muy precario y limitado.

Ahora yo pregunto: quien decidió mejor su vida, mi padre recluido a una cama ortopédica y una silla de ruedas, con todo el amor de la familia a cuestas, o mi tío, que gracias al amor de Elsa, volvió a vivir y sentirse joven de verdad, aunque su verdadera familia ya no está con él? – así me examinó la hija de Yaacov, con mirada burlona.  

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