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Por Nelson Gilboa

Era un domingo plácido y aburrido en la pequeña ciudad de Lago Llano, donde nada sucedía y si sucedía no era nada.

Pascual pescaba desde su lancha, en las apacibles y cristalinas aguas del lago.

Se ubicó en el centro donde solían nadar los peces más grandes.

La línea se atascó al intentar recogerla. A pesar de tironearla desde diferentes ángulos, no logro desengancharla.

Como el lago no era profundo, decidió meterse al agua para intentar recuperar sus aparejos. Acción que Albino su perrito blanco no compartió, ladrando nervioso e insistente le comunico a su compañero que no era buena idea, él no podría ayudarlo

en caso de …

Pascual se horrorizo al ver la razón del atasco: en el extremo de la línea había un cadáver en descomposición atado a un bloque de hormigón para evitar que flotara. Parecía un árbol de navidad macabro, lo circunvalaban pececitos pequeños, merendando.

Con el rostro desencajado, subió al bote pensando que el cadáver lo perseguía.

Albino lo miró con sorna y con un “guauuu” pausado parecía decirle: “te lo advertí,

no es buena idea sumergirte”.

La inquietud de Pascual fue mayor cuando vio a lo lejos una lancha que se acercaba en su dirección. Atemorizado, encendió el motor y se dio a la fuga, en dirección hacia el muelle, donde tenía el coche aparcado. Al llegar a la costa, abandono su embarcación sin amarrarla siquiera.

Viajó velozmente hacia la comisaría local.  Allí, dio parte de lo sucedido a un gendarme aburrido y adormilado en su sillón, que lo tomó por ebrio y que garrapateó con desgano sus declaraciones.  Las tuvo que repetir más de una vez para que las anotara en una libreta amarilla y sin tapas.

El gendarme de turno no creyó «inteligente» molestar a su superior por un pescador alterado por el sol del mediodía y Pascual, viendo “el interés” con que lo escuchaba, salió presuroso mirando para todos lados por si alguien lo hubiera seguido.

En el coche lo esperaba Albino inquieto y asustado como si hubiera visto el demonio mismo en el rostro de su amo. Pascual lo acarició con manos temblorosas y le repetía: “Ya se aclarará este crimen, no te preocupes”. Albi lo miraba de soslayo, incrédulo de la eficiencia local para resolver el caso… ni a su amiga que se perdió la encontraron y eso que los municipales la tenían encerrada en una jaula apestosa hacia más de una semana… ineptos uniformados.

Entró a su casa dispuesto a defenderse. Pasó cerrojo y apuntaló ventanas. Atisbaba aterrado a través de los cristales, esperando ver aparecer al muerto o su victimario para cerrarle la boca.

Desde ese día se vieron perseguidos por sombras hostiles, rostros indefinidos que danzaban en su mente. Albino aullaba por las noches al menor rugido del viento.

El miedo quedó enganchado en sus aparejos de pesca y aunque cambiaron de afición, de domicilio, de pueblo… ya nunca durmieron en paz.

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One thought on “TENSIÓN DE LÍNEA

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