Apenas Silvio cruzó la puerta de su casa, sintió un comezón en el cuello. Instintivamente levantó su mano derecha para rascar el lugar que le picaba. Primero pensó que un mosquito fue el causante de ese malestar, pero unos momentos más tarde, sintió que la sensación era diferente a la de una picazón “normal”. Su vista se nubló y por unos instantes perdió el equilibrio. Tuvo que apoyarse en la mesa del comedor. Retiró una silla y se sentó. Afuera se había desatado una tormenta y el cielo tronaba, menos mal que había llegado a casa antes del diluvio y así evitó mojarse. Mónica no estaba. Esperó cinco minutos. Se levantó con cuidado, la cabeza todavía le daba vueltas y tuvo miedo de caerse. Lentamente se acercó a la heladera y sacó una botella de agua fría. Después de tomarse dos vasos se sintió mejor, sin embargo, su visión no era la de antes. Se quitó los zapatos, se recostó en el sillón en la sala de estar y cerró los ojos.
En los dos últimos años, desde que se desató la terrible guerra en Octubre del 2023, después de la masacre terrorista en el sur, se había creado un ambiente deprimente que abarcaba todo su universo. No solo el país estaba pasando una desmoralización y la sociedad cercana sufría una neurosis penetrante, también su familia y él mismo padecían de una melancolía aguda. No se veía un claro futuro. Cuando abrió los ojos, ya era de noche. Llamó a Mónica, pero no hubo respuesta. Recordó que ella estaba visitando a su madre y que regresaría a las 8 de la noche. Se fijó en el reloj de su muñeca, los verdes dígitos indicaban las ocho y quince. Otra vez llegaba tarde. Siguió recostado, esperando a que retornaran sus fuerzas para brincar a la alfombra persa multicolor del salón. La penumbra de la sala fue interrumpida repentinamente por la entrada de su mujer, que había encendido las lámparas en el comedor.
–¿Qué tal querido? Sorry, me retrasé –dijo Mónica.
Silvio se incorporó de un salto. La luz que percibía era verdosa; podía ver a Mónica en el comedor desde la sala de estar donde él se encontraba. Contempló los cuadros colgados en las paredes, las esculturas, las cortinas, la alfombra persa: todo a través de un filtro esmeralda. Al principio le preocupó excesivamente, se quedó dudando: ¿habría tenido un ataque cerebral mientras dormía? Volvió a fijarse en los cuadros y en el tapiz multicolor, él distinguía las conocidas figuras solo en diferentes tonalidades de verde. Para su sorpresa, una sensación muy extraña lo invadió; su ánimo cambió, todo parecía más leve. La angustia que se había apoderado de su ser en los últimos 24 meses, se esfumó.
–¿Has notado cómo todas las cosas aparecen en distintos matices de verde? –aludió Silvio.
–Yo veo todo igual.
–¿Me quieres decir que ves los colores rojos, naranjas, amarillos, azules y violetas?
–Si. ¿Me estas tomando el pelo?
–Tengo una rara percepción, algo diferente. Lo que veo se encuentra en el espectro del color verde –indicó Silvio.
Mónica lo miraba perpleja; en muchas oportunidades Silvio se jactaba de su sarcasmo. “¿Estaría nuevamente utilizando esa estrategia para molestarme?” Pensó. “Me he retrasado solo 15 minutos”. Afuera seguía lloviendo y los truenos se oían enérgicamente, como si la tempestad estuviera dentro de la casa. Silvio continuó tranquilamente:
–Percibo que la atmosfera se está transformando. Creo que algo ocurrirá en estos próximos días y nuestras vidas cambiarán. Es una impresión que puedo compartir contigo. Demasiado tiempo vivimos encerrados en nuestros caparazones congelados, pero está por llegar una nueva etapa.
En menos de una semana de este episodio, se firmó el cese de fuego en Gaza y pocos días después retornaron todos los secuestrados a sus hogares.
