Soy la rosa, flor cultivada en la Viena imperial,
portaba la elegancia, el sabor y la etiqueta de la nobleza,
antes de ser asfixiada en las cámaras de gas supremacistas.
Soy la amapola, flor silvestre del campo de Baviera,
crecía alegre y natural entre vacas lecheras y pastoras de rubias trenzas,
antes de morir aplastada bajo botas de malditos nacional socialistas.
Soy la margarita de blancos pétalos, deseada por abejas de montaña,
añorada por jóvenes adolescentes del me quiere, no me quiere,
quedé desgarrada, violada y ultrajada,
escondida entre los bolsillos hambrientos de mi gente perseguida,
Si me buscas, ya no soy la misma.
Soy el cactus del desierto, eludido por niños y adultos a la par,
vivo áridamente en las estepas de México y dunas del Medio Oriente,
nada necesito, solo una poca agua subterránea,
no aporto sombra ni consuelo estético,
mas soy eterno símbolo de resiliencia,
Firme y erguido te ofrezco mi dulce fruto,
recóndito manjar coronado de espinas,
tómalo sin temor,
por los siglos de los siglos,
Amén