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Por Andrea Bauab

Los seres humanos vivimos aterrorizados.

Según Howard P. Lovecraft, desde que existe el ser humano, existe el miedo. .

Los primeros temores se relacionaban con fenómenos climáticos y con lo desconocido.  Con el tiempo y con el acceso a la información, ya no tememos a un trueno, a un eclipse o a un animal feroz, sin embargo, “los monstruos” que nos acosan son otros, no tan reales tal vez, pero no menos intimidantes. 

A veces, un pensamiento repentino nos atraviesa -como si fuera una sombra de mal agüero- algo nos asusta, nos genera ansiedad. Y espantamos ese mal presentimiento, ese temor a que todo se derrumbe, esa vocecita que aparece susurrando con malicia: “Cuidado… en cualquier momento se puede desatar lo inevitable, lo inmodificable, lo que ya no permitirá hacer marcha atrás, lo irreparable, lo irremediable, lo que marque tu alma para siempre delimitando un antes y un después en tu existencia frágil”.

Es la sensación que Milan Kundera describió como “la insoportable levedad del ser”.

Lo que Graham Greene mencionó como “el terror-pánico de estar vivos” y se preguntó: “no entiendo como hacen aquellos que no escriben, componen o crean… para poder soportarlo”.

Para mitigar esos temores que se convierten en angustia, o en el tan mentado panic-attack, los seres humanos recurrimos a diferentes recursos:  desde concurrir al psicólogo, hasta pastillas para dormir, ansiolíticos o calmantes.  Distraemos angustias paralizantes de la mano del alcohol, tabaco o drogas. Echamos mano a aquello que nos ayude lo mas rápido y efectivamente, para espantar como a un insecto molesto, al fantasma de “lo que podría ocurrir”: quedarnos solos, perder a los seres amados, empobrecernos, enfermar o morir dolorosamente.

Yo sugiero a los escritores de historias de ficción, no tratar de escapar de esos pensamientos nefastos sino por el contrario… detenernos en ellos, escucharlos y aprovecharlos para plasmarlos en algún personaje.  Al fin y al cabo, el miedo en la literatura, es una industria que mueve millones de dólares.

El escritor Edgar Allan Poe -tan ilustre como desventurado- vivió presa de los horrores de una vida llena de sobresaltos, abandono, adicciones y enfermedad. Sus padres murieron cuando tenía dos años y cuando por fin encontró consuelo en el amor de una prima más joven, esta enfermó gravemente durante muchos años hasta que murió. Fragilidad y temores acosaron sus días, que ahogó en alcohol para escapar de una realidad mas aterrorizante que sus propios cuentos, al punto que llegaron a llamarlo “el genio enfermo”.

Sin embargo, Julio Cortázar escribió en un ensayo sobre Edgar Allan Poe, muy acertadamente:

“Poe no pudo huir de sus obsesiones, que se manifiestan en todos sus cuentos. Pero… tuvo la libertad mas extraordinaria que puede tener un hombre:  encauzar, dirigir, informar conscientemente acerca de las fuerzas desatadas en su inconsciente.  En vez de ceder a ellas, las jerarquizó y ordenó, las aprovechó y convirtió en literatura, las distinguió del documento psiquiátrico, las transformó en cuento y probó así, que su genio no tiene que ver con su neurosis, no es un “genio enfermo” sino que su genio goza de buena salud… ha sido el guardián y médico de su alma enferma.

Esa canalización es la que transforma a un neurótico en un genio

A un torturado, a un aterrorizado… en un escritor magnifico.

El miedo “a lo que pueda llegar a pasar” es un fantasma de algo que en concreto no existe, pero que -paradójicamente- puede llegar a arruinar nuestra existencia.

La escritura nos permite canalizar esos terrores que son tan universales y “trasladarlos” a un personaje, logrando así una suerte de alivio terapéutico para el alma. Por otra parte, si nuestra escritura es auténtica y hablamos desde el núcleo de nuestro propio temor, de nuestras propias heridas, los lectores lograrán identificarse. Porque en el fondo, tal como afirmó el Premio Nobel turco Orhan Pamuk:

“Siempre he tenido esa confianza que me hace sentir que todos los seres humanos se parecen, que los demás tienen heridas parecidas… y que por eso te comprenderán”.

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4 thoughts on “EL MIEDO EN EL AUTOR Y EN SUS OBRAS

  1. Excelente forma de abordar los miedos. La reflexión de Graham Green me encantó. Gracias por el resumen de la Conferencia.

    Un abrazo y los mejores deseos.

  2. Excelente aporte. Soy escritor y tengo miedo a la oscuridad. Y por eso mis ficciones hablan de eso que acecha en las sombras. Dante, Lovecraft, Poe, Stephen King me iluminan el camino

  3. Gracias, Andrea. Muy interesante tu aporte sobre el «Miedo del autor».
    Afortunados, quienes tenemos el privilegio de exorcizar nuestros «monstruos», a través del papel y la pluma; o, la yema y la tecla.

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