Visitas: 422
0 0
Tiempo de lectura:3 Minutos, 11 Segundos

Por José Charbit

Así lo llamaban en el Centro de Rehabilitación desde hace ya dos años. 

Un ex capitán de la Marina Israeli que en un atentado contra su persona, logró salir de su auto, con heridas de alto riesgo para su vida, con la ayuda de su chofer, que salió casi ileso, con algunas heridas leves. 

Desde entonces, vive en el cuarto número cuatro del Centro, una especie de suite que tiene  lugar para él y un ayudante personal, que lo sirve durante veinticuatro horas, los siete días de la semana, salvo raras excepciones. 

Demás está decir que los únicos que tienen derecho a entrar a su habitación,  son el equipo médico, que lo visita todos los días sin excepción, cada uno con su especialidad, tratando de salvarle la vida o lo que quedó de aquél hombre de físico grande, que seguramente en su juventud, había sido alguien de muy buena presencia, que optó por ser marinero hasta llegar a la máxima categoría de la armada nacional: comandante en jefe.

¿Por qué doy tantos detalles?  Solo porque el estado tiene la obligación moral y material de mantener en vida a este hombre hasta el fin de sus días, aún cuando no hay mucho que hacer por él.     

Una de las tantas veces que me tocó llevarlo en su cama ortopédica a rayos x, ultrasonido o tomografía computarizada, ya teníamos una cierta confianza después de mucho tiempo de internación.  Me tomó la mano, casi imperceptiblemente y me llamó por mi nombre, con un gesto evidente, para que me acerque un poco más hacia él. Cuando lo hice, me susurró en el oído que le traiga un Talit, el manto sagrado que los judios usan para rezar, sabiendo que tengo una cierta simpatía por nuestras tradiciones judías, no titubeó en pedirme también los Tefilin, las filacterias en español. 

Con cierta dificultad logré entenderle y al otro día le traje el mio y lo ayude a ponérselo en el brazo y en la cabeza, en señal de comunicación del corazón con la mente, sin tanta facilidad como lo estoy describiendo, el ayudante filipino miraba extrañado, el ritual que yo hacía con su atendido. 

Decidí regalarle los Tefilin con el Talit, en un sobre de pana azul con sus iniciales bordadas y con un libro de oración en hebreo, como demostración de afecto a un hombre que había dado tanto a su país y terminaba su vida postrado en una cama de hospital. 

Pocos días después, las imágenes por resonancia magnética, confirmaron además que padecía un cáncer en la garganta y sus posibilidades del habla quedaron casi nulas para siempre.

Cada dia que entraba a verlo, a pesar de la prohibición estricta que existía, a veces con cualquier excusa, lo veía acostado en su lecho, leyendo o rezando en el libro sagrado. Veía en él a un hombre interesado en algo más que su propia enfermedad, de repente lo percibí con una mirada distinta, con una luz y un brillo en sus ojos, que no eran los de costumbre.  Su ayudante filipino me dijo que últimamente lo notaba muy raro e introspectivo, que ya no puede hablar y que solo se manifiesta por gestos.

Una mañana entré para ver cómo se encontraba y me dicuenta que estaba muy pálido, con sus ojos mirando al techo, con los Tefilin y el Talit puestos.  Su ayudante me informó que pasó toda la noche rezando, que cuando le preguntó si necesitaba algo, el capitán Herzog no emitió ningún sonido, como tampoco, ningún movimiento de su torturado cuerpo. 

Dos horas después, solo yo y su ayudante filipino lo acompañamos al depósito de cadáveres.   Que Dios lo tenga en la gloria.

Happy
Happy
0 %
Sad
Sad
0 %
Excited
Excited
0 %
Sleepy
Sleepy
0 %
Angry
Angry
0 %
Surprise
Surprise
0 %

Average Rating

5 Star
0%
4 Star
0%
3 Star
0%
2 Star
0%
1 Star
0%

4 thoughts on “EL CAPITÁN HERZOG

  1. Extraordinario¡¡¡ no hay muchos relatos de vida q lleguen tanto a lo profundo del alma¡¡ Que Dios lo tenga en la gloria a ese señor y q Dios cuide siempre al estado de Israel ¡¡¡ orgullo de los judíos en todo el mundo y orgullo de todos los seres humanos de buena voluntad en el mundo entero¡¡¡

  2. Escalofríos sentí al leer ese relato maravilloso, su narrador te hace sentir ahí adentro del hospital imaginándolo todo. Aplaudo al marino israelí … q dio tanto por israel arriesgándolo todo .
    Y a la humanidad del relator q le regale esos regalos para el alma ; talit y TEFILIM y lo acompañó hasta el final . Amigándoselo c la vida , y yendo a un lugar mejor.

  3. Relato triste y conmovedor, donde la muerte se envuelve en la creencia para hacer del paso al mas allá, algo supremo. Un héroe que lo dió todo y se quedó sin nada ni nadie en su ultimo suspiro. Me gustó mucho.

Responder a José Charbit Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *