Sukot o la Fiesta de las Cabañas «celebra la recolección de la cosecha y conmemora la milagrosa protección que Di-s brindó a los hijos de Israel cuando salieron de Egipto» por lo general cae en el mes de octubre. Para mí, viviendo en Israel, es una semana de vacaciones perfectas, el clima mucho más agradable y menos tumulto en las atracciones turísticas que durante el verano. Por lo general, con mi familia, un año escogemos pasear por el sur del país y uno por el norte. Este año (2025) tocaba norte. Siempre tratamos de incluir en las vacaciones lugares históricos de interés, sobre todo tratamos de visitar «slikim».

Los slikim son los lugares donde los grupos de combate clandestinos, previos a la creación del Estado de Israel, como el Palmaj o la Haganá, usaban para esconder del mandato británico armas y documentos. Para no levantar sospecha, los construían en la parte subterránea de algún punto de utilidad comunitaria que justificase el constante tráfico de personas: la lavandería, el corral, la panadería, el establo, el parque infantil… Llevar a los niños a conocer los slikim se convierte en una experiencia totalmente inmersiva. A pesar de que estuvieron en uso hace más de 80 años, los chicos sienten que se hacen parte de la historia, ellos ahora también saben dónde está «el escondite secreto».

Finalizando la festividad de Sukot, decidimos terminar las vacaciones en la casa de mi suegra en Haifa, pero solo después de hacer el recorrido en el kibutz Yagur. En su momento, el kibutz llegó a contar con 32 slikim; hoy conservan y exponen para el público solo el más grande que quedaba debajo de un taller mecánico y al cual se ingresaba moviendo una gran «turbina» colocada en una esquina del taller. El guía nos explicó que ambos, el kibutz vecino Nahalal y Yagur pasaron a ser principales sospechosos de la lucha clandestina judía, tanto en armas como en el ingreso ilegal de judíos procedentes de Europa. Para los ingleses se hizo imperativo llevar a cabo la denominada operación Agatta, donde allanaron los dos kibutzim. En Yagur hallaron la totalidad de los slikim. Como represalia se llevaron en cautiverio a todos los hombres del lugar. Ante la desaparición e incierto futuro de toda la fuerza productiva masculina, mujeres y niños tuvieron que hacerse cargo por tiempo indefinido del funcionamiento del kibutz. El poeta Natan Alterman escribió un poema llamado «El Shabat Negro» refiriéndose precisamente a los sucesos del 29 de junio de 1946. Con la herida aún sangrante, para nosotros el Shabat Negro es otro.  El del 7 de octubre de 2023.

En el Sukot de hace dos años también paseamos por el norte para participar en los eventos especiales por la conmemoración de los 50 años de la guerra de Yom Kipur. El final de las vacaciones era el sábado 7 de octubre. Como ahora, los dos últimos días decidimos pasarlo en la casa de mi suegra en Haifa. Estábamos todos dormidos con los sofás convertidos en camas y colchonetas en el piso cuando recibí la primera llamada de mi mamá, ella estaba visitando a mis primos en Beer Sheva, diciendo que había un fuerte ataque de misiles. Los mensajes de los grupos de WhatsApp no cesaban. Imágenes de soldados heridos en manos de fuerzas palestinas abarrotaban el Telegram. Revisé en el teléfono qué aparecía en la prensa formal. A pesar de las imágenes, pensé que el hebreo aprendido me estaba traicionando y yo no estaba entendiendo los titulares, desperté a mi esposo, le mostré las noticias, a lo mejor él lograba interpretarlas de otra manera. Él solo atinó a decir, prende el televisor, si esto es cierto estamos en guerra. En la TV mostraban al presentador principal del noticiero, Danny Kushmaro, totalmente confundido, recibiendo en vivo llamadas de personas escondidas en los kibutzim de la franja de Gaza, tratando de buscar resguardo del ataque terrorista. Las imágenes de periodistas palestinos caminando libremente por las calles del kibutz Nir Oz captaron cómo violentaban una casa forzando la ventana. Minutos después, de allí sacaban a una mujer petrificada de miedo, temblando y pálida de la angustia sosteniendo a sus dos hijos pelirrojos. Con el tiempo se daría a conocer que se trataba de Shiri Bibas y sus hijos Ariel y Kfir.

A los familiares de los secuestrados, desde el siete de octubre no les quedó más remedio que renunciar a la privacidad de sus vidas para sumar al colectivo nacional e internacional a la lucha por la liberación de los secuestrados. Ahora sabemos sus historias como si se tratase de las de los personajes de la novela Cien Años de Soledad. Jarden Bibas, el esposo de Shiri, fue separado de su familia, sus captores sí lo conservaron con vida. Él era amigo de la infancia de David Cunio, uno de los cuatro hijos de Silvia y Luis Cunio, quienes en el año ’86, por sus ideales sionistas decidieron dejar su Argentina natal, radicarse en el Kibutz Nir Oz con su primogénito. Cuatro años más tarde les nacieron mellizos: David y Eitan, luego el cuarto y más pequeño de los hermanos, Ariel.

David Cunio fue secuestrado junto a su esposa Sharon, sus hijas mellizas de 3 años Ema y Yuli. Su cuñada Daniel Aloni y su sobrina Emilia. En el momento del rapto, separaron a los secuestrados de Nir Oz en varios grupos, una de las mellizas quedó con la tía, pero luego los captores se la arrancaron de los brazos, perdiendo el rastro de la niña. También del kibutz secuestraron al hermano menor Ariel y a su novia Arvel. Intentaron secuestrar a la abuelita, de más de 90 años, pero la señora le habló al terrorista en castellano, le dijo: soy argentina como Messi, yo soy de donde es Messi. Por un milagro, eso tocó alguna fibra del criminal, que decidió no asesinarla como sí lo hicieron con los otros ancianos, se conformó con tomarse una foto con la anciana sujetando el arma de alto calibre. En un acto de mal gusto, la imagen de la señora fue usada a los pocos días para la publicidad de una pizzería en Jerusalén oriental.

A David, Sharon, Yuli y otros secuestrados los disfrazaron de palestinos y los ocultaron en un hospital de Gaza. De un cuarto contiguo escucharon el llanto de una niña, Sharon insistía en que era el llanto de Ema. David pensó que la mujer estaba perdiendo la razón, pero el instinto materno la llevó a arriesgarse e ir por su hija. Efectivamente era la niña, no reconoció a los padres vestidos de gazatíes, tuvieron que descubrirse y cantarle las canciones de cuna que siempre le cantaban para que la niña finalmente se reuniera con la familia. La unión familiar duró poco, Sharon, su hermana y las niñas de ambas fueron liberadas. David fue llevado a los túneles del Hamás donde permaneció secuestrado por dos años más. De Ariel no se supo durante todo ese período si estaba con vida o no.

El 12 de octubre de 2025, durante nuestra visita al Kibutz Yagur, saltó una alerta en el teléfono de que el grupo terrorista Hamás había cedido a las presiones del presidente americano Trump, estaba dispuesto a liberar a los 20 rehenes que permanecían con vida. La noticia decía que la liberación podía incluso ocurrir ese mismo día. A partir de allí no nos separábamos del noticiero, así como no podía creer el ataque del 7 de octubre, tampoco podía creer que, de la noche a la mañana, nos fuesen a regresar a los veinte secuestrados vivos. Trump ya había avisado de su visita a Israel el día siguiente y que la liberación sería a las 8 de la mañana, eso de alguna manera encendía una luz de esperanza de que la devolución era una hecho. La expectativa no nos permitía dormir. 

A las 7:30 de la mañana del día siguiente ya estábamos haciendo guardia frente al televisor. Más allá de la incertidumbre de si iban a liberar a los secuestrados o no, se desconocía además en qué condiciones físicas iban a estar. Los noticieros tenían puntos de transmisión y reporteros con los familiares de cada uno de los secuestrados. Silvia Cunio, después de rechazar varias llamadas, decidió atender una videollamada de un número desconocido. Era una llamada de un terrorista del Hamás con los dos hermanos Cunio, quienes se reencontraban por primera vez después de dos años de estar secuestrados. De la misma pantalla desde donde vimos el secuestro de Shiri Bibas, ahora estábamos viendo cómo liberaban a los 20 secuestrados que quedaban con vida. No podíamos estar del todo contentos, al fin y al cabo, Israel perdió 2000 ciudadanos entre soldados y civiles de todas las edades. Pero por lo menos veinte familias podrán volver a sus vidas propias, esas que tenían antes del 7 de octubre.

Nosotros tuvimos que esperar a que Trump se fuera del país para que abriesen la vía hacia Jerusalén. A pesar de que el recorrido era el mismo, cuando regresamos a Jerusalén desde Haifa el 8 de octubre de 2023, el camino fue zigzagueante, hasta el Waze dudaba cuál era la vía más segura para volver. En aquel momento en los cruces se repetían las escenas de reservistas enrolándose, familias despidiéndose y voluntarios repartiendo alimentos y bebidas a los soldados. Esta vez el viaje se hizo corto, solo en dos de los cruces principales nos encontramos con grupos manifestando con banderas amarillas para exigir la devolución de los secuestrados sin vida. Definitivamente fue un viaje en el que cerramos un ciclo. Una pesadilla que duró dos años. 

Escrito el 21-10-2025

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