Como ustedes saben, en la Biblioteca de Babel existen todos los libros que se han escrito y que se escribirán, en todos los idiomas. Desde volúmenes con solo páginas en blanco, hasta otros con una sola letra “a”, y así sucesivamente, con todas las combinaciones posibles de letras y signos de puntuación.

 

Buscando información sobre la guerra entre Israel y Gaza en 2023, encontré un libro titulado *Espadas de Hierro*. Sin embargo, los relatos que contenía parecían sacados de una tragedia de Shakespeare: batallas sangrientas, traiciones desgarradoras y las pasiones más oscuras del ser humano.

 

Junto a ese volumen encontré otro, titulado *Espadas de Yerro con I griega*. A pesar del error ortográfico en el título, estoy convencido de que refleja de manera más fiel lo que realmente ocurrió. A continuación, presento los fragmentos más significativos de ese libro:

 

Lucy Aharish, embajadora de Israel ante la ONU, pronunció un poderoso mensaje. Eligió hacerlo en árabe, para que llegara sin distorsiones al mundo árabe:

 

 «Soy una mujer musulmana. Nací en Israel y me crié en la periferia. Cuando fui contratada por la televisión israelí, mi jefe dijo que representaba a todas las minorías, que solo me faltaba ser lesbiana.

A pesar de los prejuicios que conlleva pertenecer a una minoría, disfruto de todos mis derechos. Eso me ha permitido crecer y desarrollarme. Soy parte de este gran país, tanto como lo soy de la cultura árabe.

Mi esposo es judío y está dispuesto a dar todo por defender su país. Nuestro hijo lleva en su sangre tanto herencia judía como árabe. Sé que crecerá enfrentando prejuicios, pero lo que resulta insoportable es pensar que pueda morir por culpa del odio entre dos pueblos.

Ninguna madre quiere sufrir la muerte de su hijo.

 Hamás no es un movimiento de resistencia. El 7 de octubre mataron a 1,139 personas y secuestraron a 251. Ellos mismos lo transmitieron con orgullo. Ese odio lleva años. Yo lo viví en carne propia cuando tenía cinco años: volvíamos de visitar a mi tío en Gaza, y a algún militante debimos parecerle judíos. Se acercó al coche y nos lanzó una bomba. Salimos volando. El fuego provocó en mi primo, de tres años, quemaduras tan graves que requirió múltiples cirugías para sobrevivir.

 Hamás quiere que Israel reaccione con violencia para que el mundo los vea como víctimas. También quieren que su propio pueblo sufra y odie a los judíos. Si nos odiamos entre nosotros, ellos ganan, porque aseguran que el conflicto se prolongue.

 Madres de Gaza: devuelvan a los secuestrados. Rompamos este ciclo de venganza. Evitemos la muerte de nuestros hijos.»

 

Sus palabras, profundas y conmovedoras, llegaron a las madres de Gaza, al mundo árabe, a políticos e intelectuales. Porque las palabras, a veces, pueden ser más poderosas que miles de bombas: pueden despertar conciencias y cambiar el rumbo de la historia.

 

Diez semanas después, el 15 de diciembre —último día de Jánuca— ocurrió un milagro: soldados del ejército israelí encontraron a tres rehenes que habían logrado escapar de sus captores. Los soldados, dominados por el miedo y el odio hacia los terroristas, creyeron que quienes corrían eran enemigos y estuvieron a punto de disparar. Pero los cielos los iluminaron, y pudieron rescatarlos.

 

Los rehenes liberados proporcionaron información clave que permitió rescatar a la mayoría de los secuestrados. Israel pudo, una vez más, abrazar a sus hijos, incluidos los pequeños Bibas.