El silencio era denso,

triste y oscuro.

El cielo sin nubes brillaba,

pero igual dolía…

Sonaban las sirenas

titilaban los teléfonos

se oían los golpes sordos

de los impactos.

Ansioso a la espera

del próximo ulular

el silencio se estiraba,

nos cansaba,

nos destruía por dentro.

Un día celeste

el silencio cambió.

Se tornó luminoso y claro

se llenó del canto de los pájaros

y de una alegría cauta.

Nos permitió respirar hondo

y sonreír.

Quedan por recuperar

algunas apenadas sonrisas.

Cuando lleguen,

el silencio completará su ciclo

nos arrancará un suspiro aliviado

y retornará a su cauce.

 

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