Hay quienes dicen que en Jerusalén se originó el universo, incluso, en la fachada principal de la municipalidad de la ciudad hay un mural que es una réplica de un mosaico del siglo 15 que, si bien no afirma ¡aquí se originó el mundo! sí asevera que la ciudad era el centro del universo. Efectivamente, lo es según las tres principales religiones monoteístas: la judía, la musulmana y la cristiana. Incluso existe una enfermedad psiquiátrica que se llama «síndrome de Jerusalén», y es que no es fácil conservar la cordura en ella: vecindarios laicos colindando con ortodoxos, árabes con judíos, sionistas con anti sionistas, los que reconocen las fronteras del 67 con los que reniegan de ellas; una ciudad conservadora con los más grandes adelantos tecnológicos del mundo, musicalizada además con parlantes de muecines que acallan las campanadas de las iglesias.
Si usted abre el periódico de hoy va a encontrar entre los titulares más destacados la actualidad sobre el conflicto árabe israelí, pero si se va siglos más atrás va a encontrar que en Jerusalén cada cual llegaba, masacraba, y destruía a mansalva a los locales para demostrar su fuerza y luego construir una nueva ciudad sobre las ruinas. Otra conquista, otra capa, tanto así que desde la parte interna del muro de las lamentaciones se pueden ver las capas de las distintas civilizaciones, como si se tratara de un pastel de cumpleaños, la cereza del pastel es la cúpula de oro. ¿El monte Moriah? Es la sorpresa de chocolate que está dentro, muy en el centro del pastel. Todo este pastel está rodeado por murallas que son las que delimitan la denominada ciudad vieja de Jerusalén. La Jerusalén moderna empezó a construirse fuera de las murallas, el emblema de la modernización es el tranvía eléctrico. Más de veinte años ha estado la ciudad en obras con el fin de interconectarla de norte a sur y de este a oeste. Por ahora se conectan solo el norte con el este. Cardinalmente suena fácil, pero social e históricamente no lo es tanto.
El recorrido del tranvía se inicia en el hospital Hadassa Ein Kerem, uno de los hospitales más grandes del país. Por mencionar algunas de sus principales paradas, pasa por el museo del holocausto, la estación central de autobuses, el mercado municipal, la alcaldía, la ciudad vieja, y así hasta llegar a Pisgat Zeev, que traducido sería la cumbre del lobo, la parte septentrional de la ciudad, colindante con el campamento de refugiados palestinos Shuafat. De la misma manera que en las excavaciones de la ciudad se puede estudiar acerca de las distintas civilizaciones que la han conquistado, de los pasajeros que viajan en el tranvía se puede estudiar sobre las culturas que interactúan en el día a día de la ciudad, basta levantar un poco la vista para encontrarse alguno de los siguientes personajes:
Los empeluchados: son ortodoxos que siguen la corriente judía de Europa del este, usan unos sombreros que parecen un peluche porque están hechos con pieles de animales. Los «shterimels», así se llaman los sombreros, son extremadamente caros; si están hechos de los restos de animales típicos de zonas gélidas pueden llegar a costar entre tres y ocho mil dólares; hoy en día se hacen de los restos de piel de venado, por lo que sus costos han disminuido. Los usan por lo general en el Shabat (día de descanso), días de fiestas sagradas u otras celebraciones, por lo general son anti sionistas, esto quiere decir, cumplen de manera extremista los preceptos y reglas de la religión judía, pero no creen en la necesidad de un Estado Judío, por el contrario, son sus detractores en tanto tengan que prestar el servicio militar obligatorio.
Las empelucadas: son las mujeres casadas con los empeluchados, usan pelucas porque en los preceptos de la religión judía está escrito que la mujer casada no debe mostrar su cabellera, después de casadas se rapan del todo la cabeza o usan el cabello muy corto. Aunque hay algunas que usan unas pelucas que son visiblemente más llamativas que sus cabellos naturales, argumentan que así se usaba en Europa desde hace más de tres siglos, con la pequeña diferencia que las pelucas de hace tres siglos no eran en lo absoluto semejantes a las de cabello natural. Hay algunas que para evitar la duda de si están cumpliendo con el precepto o no, además de la peluca se ponen un pequeño gorro, sombrero, o adorno que cubra parte de la peluca.
Las trenzudas: suelen ser hijas de un empeluchado con una empelucada, son muy jóvenes, no suelen tener más de 18 años porque a esa edad se casan, usan el uniforme del seminario, que es una blusa unicolor abotonada hasta el cuello y con una falda hasta los tobillos. Por lo general estudian una carrera técnica porque luego son ellas las que además de traer tantos hijos al mundo como Dios lo quiera, tendrán que trabajar para mantener a la familia, porque los hombres se dedican solo a rezar y estudiar la biblia. Las trenzudas se suelen dejar el cabello muy largo y luego lo atan con una trenza, así cuando se casen de su propio cabello se pueden hacer una peluca.
Las empañueladas: Estas son mujeres religiosas que por lo general viven una vida más moderna, cumplen los preceptos pero sin exageraciones, además creen y defienden la necesidad de un estado judío, tan necesario o importante como los preceptos religiosos.
Los kipatejidas: son hombres judíos que usan la kipá, el gorrito que siempre visten para recordar la eterna presencia de Dios, pero tejidas, por lo general muy coloridas. Frecuentemente son combatientes en el ejército y defienden la conquista de territorios no reconocidos internacionalmente como parte del territorio de Israel, sin embargo, esos territorios aparecen en la biblia como asentamientos judíos. Son los más extremistas en cuanto el conflicto árabe-israelí, por lo general están casados con las empañueladas, trabajan y desarrollan una vida profesional en paralelo al cumplimiento de los preceptos.
Las cariredondas: son musulmanas, no pueden mostrar ni su cabello ni sus orejas, cubriéndolos con pañuelos que se conocen como burkas; de la manera que se las atan alrededor de la cara pareciera que todas tuviesen la cara redonda. Por lo general las combinan con toda su vestimenta. En Jerusalén suelen vivir en los campamentos de refugiados o en la parte oriental de la ciudad.
Los morenazos: son árabes nacidos en Israel pero no se consideran israelíes, incluso muchos de ellos, aunque tienen derecho renuncian a la nacionalidad, reclaman aun los territorios que se reconocieron como Israel en el año 1948. Ven en cualquier israelí a un traicionero. Son pareja, padres o hermanos de las cariredondas.
En el tranvía sólo se hablan entre empeluchados, o el empeluchado con su esposa empelucada y sus hijos, porque él tiene prohibido no solo hablar, sino también mirar a otras mujeres. El kipatejida va a preferir no hablar con el empeluchado porque no presta el servicio militar, ni con el morenazo o la cariredonda porque los considera sus enemigos. La cariredonda y el morenazo, si pudiesen hacer desaparecer a todos los demás lo harían, se sienten robados, invadidos, traicionados. En aquella olla de presión un frenazo inesperado, un roce indeseado, una palabra inadecuada y la pelea en el moderno, cómodo y efectivo medio de transporte se da por iniciada.
Como residente de Jerusalén, le recomiendo por lo menos una vez en la vida visite la ciudad porque es una experiencia única, eso sí, trate de no involucrarse en ningún conflicto, sobre todo trate de mantener la cordura y disfrute de un paseo por la historia de la humanidad.
